Monday, September 7, 2015

El Clan (de la muerte)

¿Serías capaz de secuestrar y matar a tus mejores amigos por dinero? Al viejo Arquímedes Puccio los números no le cerraban. El bar no cubría las cuentas de esa familia de clase media con ínfulas de grandeza. Vivían desde 1960 en una casa de dos plantas en San Isidro, un barrio tradicional de la Provincia de Buenos Aires. Al principio le costó a Alejandro entender el plan, después de todo iban a ser sus amigos del Club Atlético San Isidro, pero la orden era de su padre, es decir de la autoridad.

El resto de los hijos como su esposa no se atrevieron a contradecir al viejo. Había que cumplir la ley. Además, era otro negocio de familia. Probablemente difícil de explicar, aunque eso sería sólo un detalle macabro.

El 22 de julio de 1982 Ricardo Manoukian tenía que encontrarse con una amiga. Aunque tuviera 23 años ya administraba parte de la empresa de su padre, una cadena de supermercados en la zona norte de Buenos Aires. En el camino se topó con Alejandro, que le hizo señas para que detuviera el automóvil. En pocos minutos Manoukian comprendió que era hombre muerto: conocía a sus captores.

Su familia recibió una carta firmada por el “Comando de Liberación Nacional”. Exigían 250 mil dólares por la vida de su hijo. No debían llamar a la policía ni hablar con otros amigos y familiares. El rescate se pagó puntualmente. A los pocos días en un terreno baldío se encontró el cadáver del joven atado de pies y manos, y con tres tiros en la cabeza.











El plan había salido muy bien. El viejo Puccio se endulzó con el dinero fácil y entonces quiso perfeccionar los secuestros. Así llamó a antiguos amigos e hizo construir en el sótano de su casa una celda a la que revistió con diarios y cartones para ahogar los posibles gritos de las víctimas. Con el resto del dinero, también, abrió en su domicilio el local “Hobby Wind” que vendía accesorios de windsurf y esquí. Si muy pronto el dinero caería por montones había que tener una coartada. La chusma del barrio nunca perdona el éxito, y siempre es envidiosa.

La mañana del 5 de mayo de 1983 el ingeniero industrial Eduardo Aulet, un joven 25 años que hacía muy poco se había casado, nunca llegó a su trabajo. En el camino se encontró con un amigo de toda la vida, Alejandro Puccio. La familia pagó un rescate de 150 mil dólares. Su cadáver recién sería hallado en 1987, en un descampado en las afueras de Buenos Aires.

Cuando el clan Puccio se confió que nada interrumpiría su empresa familiar del crimen, los equívocos empezaron a surgir. Emilio Naum era un empresario textil exitoso. De casi 40 años, conocía desde chico al viejo Puccio. Esta vez fue él quien detuvo el BMW que conducía Naum. Antes que lo quisieran secuestrar, el empresario entendió el plan y sacó un arma. Sirvió de muy poco: recibió un tiro en el pecho.

No se podían cometer más errores. La prensa se había encargado del asesinato de Emilio Naum y eso ponía nervioso a cualquiera. Eligieron a la empresaria Nélida Bollini de Prado. De mediana edad, la mujer había hecho dinero con la compra y venta de automóviles. La secuestraron la tarde del 23 de julio de 1985. Exigían por su liberación 500 mil dólares, pero las negociaciones venían difíciles.

Luego de 32 días de cautiverio, una madrugada por fin se pautó la entrega del dinero. A pocos metros del estadio de fútbol del Club Atlético Huracán el automóvil en que iba Arquímedes junto a su hijo Daniel y otro cómplice, fue detenido por la policía. En la campera de Daniel encontraron un papel arrugado con los números de teléfono de los hijos de la empresaria.

Del clan Puccio sólo fueron condenados Arquímedes, Alejandro y Daniel. Según la policía las mujeres de la familia –esposa e hijas– no tuvieron mayor participación en los secuestros. Los tres Puccio como el resto de la banda se los encontró culpables del asesinato de Manoukian, Aulet y Naum.

Algunos de los delincuentes murieron en prisión y otros como el viejo Arquímedes, al cabo de 25 años, en libertad… Daniel, en cambio, nunca fue encarcelado. Desde 1985 se convirtió en un fugitivo–hay quienes dicen que lo vieron por Australia. En el 2013 se presentó ante un juzgado de Buenos Aires y consiguió la libertad: porque logró esconderse más tiempo que su condena –15 años por secuestro– la ley argentina le dio esa extraña oportunidad. Hoy tiene 55 años y tal vez lea estas líneas.
                                  

                                                                      Vera


Nota sobre el Clan Puccio, Sub Urbano.com

Entrevista a Hernán Vera Álvarez - Chic Magazine

Thursday, September 3, 2015

Carlos Pintado, el que tiene sed

"Quisiera un lector sensible, inteligente, hermoso"

El escritor y dibujante argentino Hernán Vera Álvarez (Buenos Aires, 1977), responde nuestras ya clásicas Matapreguntas. Ha publicado los libros de cuentos Grand Nocturno y Una extraña felicidad (llamada América), y el de cómics ¡La gente no puede vivir sin problemas! Es editor de la antología Viaje One Waynarradores de Miami. Cuando tenía alrededor de 20 años, Vera entrevistó en su casa a Adolfo Bioy Casares. La nota era para una publicación enfocada en los jóvenes. Por eso, las preguntas que le hizo se salieron de las comunes que inevitablemente tenía que contestar Bioy. Ese día, el escritor confesó que él nunca había consumido drogas porque Borges sí lo había hecho: cocaína. Esa confesión –Borges consumiendo cocaína– se convirtió en noticia en Argentina. 


¿A qué escritor resucitarías? ¿Y para qué?


Creo que uno se va de este mundo cuando ya dijo todo lo que tenía que decir, pero tal vez resucitaría a Gombrowicz para que me explique bien el concepto de “su forma”. Seguro, saldría con él a caminar por Buenos Aires, pero no por su Retiro. Prefería mostrarle el mío: Constitución.

¿Quién es el autor más sobrevalorado? ¿Y el olvidado injustamente?

Rodolfo Enrique Fogwill. Seguro fue un gran amigo de sus amigos y un buen tipo (pese a que se cultivara una imagen pública contraria), pero su narrativa como su poesía no me parece muy buena. El gran olvidado, siguiendo con la literatura argentina, es Marco Denevi y sus cuentos. Rosaura a las diez, por otra parte, es una de las grandes novelas policiales escritas en español.

¿Cómo te gustaría ser leído?

Quisiera un lector sensible, inteligente, hermoso, que detesta la hipocresía del mundillo literario. Un poeta (creo que todos los buenos lectores lo somos). Alguien con vida a cuestas y no niños de treinta y largos años que han leído dos libros (mucho Anagrama, claro) y viven con sus padres.

¿Cuál ha sido tu peor trabajo?

Humildemente he tenido muchos (y todos los he hecho como cansado y mal), pero seguro trabajar en un astillero en Fort Lauderdale bajo más de 110 Fahrenheit. El día que se bajaron las Torres Gemelas estaba lijando la cubierta de un barco.

¿Qué es lo esencial que es invisible a los ojos?

El verbo. 

¿Cuál sería el soundtrack ideal para el Fin del Mundo?

Algo épico, sin duda, uno no tiene la suerte de presenciar que todo se destruye, que los humanos hemos ganado con nuestra estupidez, finalmente. “It's a Sin”, de Pet Shop Boys.

¿Quién ayuda a Dios cuando madruga?

Dios es nocturno y travesti. No necesita ayuda.

¿Qué harías con un Gregorio Samsa en tu familia?

Denigrarlo, como hacen por lo general los humanos alguna vez en su vida con las personas que se muestran sensibles y que quieren otra forma de existencia. Luego, seguro diría: “I'm so sorry”.

Tu cita favorita.

Es un principio: “La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita”.
—"El Aleph", Jorge Luis Borges.

Estás a punto de morir, escribe tu último tuit:

Dale un Fav.



Sección "Matapreguntas" de la revista Matavilela.com 

Friday, August 7, 2015

"Grand Nocturno", un libro de cuentos de Hernán Vera Álvarez


Hay espacios en la literatura donde el lector se aferra a una historia y la vive junto al personaje. Grand Nocturno, el último libro de Hernán Vera Álvarez, o simplemente Vera, tal cual el autor firma sus trabajos, ofrece un estilo narrativo que obliga al lector a estar atento a cada instante, pues la intensidad que genera, hilvana una complicidad entre el personaje y el lector que arremete contra las fibras más íntimas.

El lenguaje de Vera es directo. Narra lo que sucede con fluidez, pero no hay que engañarse con esa palabra. Cada relato es un thriller sicológico. Los ambientes son espesos y el entorno condiciona al personaje a sobrevivir de la manera que puede y muchas veces esa manera no es la más conveniente. Las vicisitudes de estas historias son amplias pero hay puntos en común: La inmigración es una experiencia dolorosa, provoca desesperación, consume el orgullo. Los personajes no dejan de buscar de modo frenético una forma de desbloquear esa barrera social y violenta que los tiene maniatados emocional y sicológicamente.
Los relatos de Grand Nocturno suceden en un escenario urbano contaminado de alcohol, crimen y desesperanza. Un cóctel violento que a veces no es tanto físico sino a nivel síquico. El choque cultural es claro y despiadado y las interacciones humanas se basan en instintos para lograr residir en un sueño que se escapa a la deriva de los vaivenes de un huracán citadino e inexplicable.
Vera nos pasea por distintas ciudades de Estados Unidos, no solo por Miami, su ciudad de residencia, sino también por Nueva York y Los Ángeles. En sus viajes literarios incluye a gran parte de América Latina, pero tiene un ojo fijo en la Argentina. Esta amplitud geográfica nos invita a escuchar distintos tonos del español, lo que nos trae una versatilidad lingüística donde se mezclan matices, acentos y dialectos latinoamericanos mezclados con pizcas de espánglish.
Vera logra en Grand Nocturno textos convincentes a partir de una buena combinación de espacios, de situaciones y de figuras que reflejan lo cotidiano. Estos relatos son crueles, sí, pero no por eso dejan de ser algo con lo que convivimos demasiado a menudo. En un mundo que trata de ocultar sus miserias es bueno que de vez en cuando un libro nos recuerde de la fragilidad humana, mezclando ruindad petulante y nobleza hipócrita. Una suma cuantiosa si de lo que hablamos es de literatura.

Fernando Olszanski, review Grand Nocturno, www.elbeisman.com






Thursday, August 6, 2015

Venezuela en los tiempos del chavismo


Hace algunos días decenas de miles de venezolanos marcharon otra vez por las calles de Caracas en apoyo a los líderes opositores encarcelados Leopoldo López y Daniel Ceballos, quienes se mantienen en huelga de hambre reclamando la liberación de los políticos presos y una fecha para las elecciones parlamentarias. Es probable que Eugenia Blanc, la protagonista de Blue Label/Etiqueta Azul (Sudaquia editores), de Eduardo Sánchez Rugeles, hubiera participado de la marcha si no hubiese conseguido aquello que se presenta como el señuelo de esta historia: huir de Venezuela.

Eugenia es una adolescente de clase media en el último año de High School. Por delante vislumbra un futuro cargado de estudios y obligaciones. El problema –la verdadera dificultad en su camino– es el contexto: le ha tocado en suerte la Venezuela de Hugo Chávez. Son los primeros años de su gobierno, la grieta que dividirá en un abismo a la sociedad venezolana todavía es una fisura tenue, aunque muchos comienzan a sospechar que lo peor se avecina. El salvoconducto para Eugenia es encontrar a su abuelo francés y así obtener el pasaporte de la comunidad europea que le dará una mejor vida en esa mitología llamada Primer Mundo.

Con un dato no tan preciso –la familia hace años que le perdió el rastro al anciano– la joven se lanza a la aventura en un viaje de Caracas a Mérida, lo que significa 700 kilómetros en cuatro días, a bordo de un Fiat destartalado. Junto a Eugenia, a modo de piloto, está Luis Tévez, un compañero del colegio algo más grande, rápido para la bebida, la risa franca y el desprecio por las convenciones. La banda sonora de la travesía incluye mucho Bob Dylan, Leonard Cohen y Bob Marley.

Blue Label/Etiqueta Azul, que ganó el Premio Iberoamericano de Novela Arturo Uslar Pietri, es una historia de iniciación. Qué mejor entonces que el viaje como metáfora práctica de las pérdidas y las virtudes que produce ese rito de pasaje. Cuando Eugenia y Luis se alejan de la capital y penetran en la Venezuela profunda, todo a su alrededor se descubre sombrío, con policías corruptos y violentos, y la amarga sensación que lo que aún se conserva en pie está a punto de quebrarse como el cristal.

No me gustan las carreteras de Venezuela. Todas ellas –incluso las que dicen ser autopistas– parecen arrastrar pleitos legendarios con la miseria y la muerte”, afirma Eugenia. “Cada curva es dueña de una historia triste: familias decapitadas, hombres calcinados, autobuses sin frenos o teenagers borrachos cuya camioneta –último modelo– se desintegró tras el coñazo. En Venezuela el infortunio no es tal. Allí el azar tiene malicia, la suerte está amañada”.

Todo lo que sucede en la novela lo sabemos por una primera persona, la de Eugenia, que escribe una especie de diario. La literatura, como la vida, es una experiencia y Eduardo Sánchez Rugeles las une en una novela triste, rabiosa e irónica que pasa a integrar esa biblioteca que lentamente suma obras y son aquellas que ha originado la Venezuela en los tiempos tenebrosos del chavismo.

Eduardo Sánchez Rugeles nació en Caracas en 1977. Es escritor, novelista, guionista y profesor venezolano. Ha publicado Transilvania unplugged, Blue Label/Etiqueta azul, Liubliana y Jezabel. Además, es Licenciado en Letras (Universidad Católica Andrés Bello, 2003) y Licenciado en Filosofía (Universidad Central de Venezuela, 2005). Tiene estudios de Master en Historia de la América (Universidad Católica Andrés Bello, 2005-2006) y Master Europeo en Estudios Latinoamericanos



                                                                                                                                                                                                                                                                       Vera


Review Blue Label/Etiqueta Azul, de Eduardo Sanchez Rugeles, El Nuevo Herald

Tuesday, August 4, 2015

Entrevista por Grand Nocturno en Telemundo


Un país de antología - evento en Coral Gables

Fernando OlszanskiLuis de la PazHernán Vera Álvarez y Pedro Medina León, comentarán desde su experiencia sobre el "por qué" de las antologías de autores en español en Estados Unidos, selección de temas y autores, el proceso creativo.
 
           
 
           
 
 
 Fernando Olszanski nació en Buenos Aires, Argentina. Es autor de la novela Rezos de marihuana, el poemario Parte del polvo, y el libro de cuentos El orden natural de las cosas, que fue galardonado con el segundo premio del International Latino Book Award en el 2011 por Best Popular Fiction. Es también coeditor de la antología América Nuestra, antología de narradores en los Estados Unidos. Como artista visual ha participado en festivales de cine y muestras fotográficas en Estados Unidos, Argentina y Japón. Ha vivido alternativamente en Escocia, Ecuador, Japón y actualmente reside en Chicago donde es Director Editorial de la revista Consenso de la Northeastern Illinois University. Es también coeditor de “Trasfondos, Antología de narrativa en español del medio oeste norteamericano”.
 
 
 
 
Luis de la Paz (La Habana, 1956). Escritor y periodista.  Premio Lydia Cabrera de Periodismo Cultural (2011), Premio Museo Cubano de Ensayo (1999) y accésit Premio Luys Santamarina de Poesía-Ciudad de Cieza, España.(2015).  Fue miembro del consejo de editores de las revistas Mariel (1983-1985), Nexos (1998-2001) y director de El Ateje (2001-2008). También formó parte, entre  de la directiva del Instituto Cultural René Ariza (2005-2011) y Vicepresidente del Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio. Su ponencia, Spanglish, una realidad a la que no hay que temer, formó parte del libro Español o Spanglish, cuál es el futuro de nuestro idioma (Miami, 2005), mientras el ensayo El cuento y el relato cubano, fue su contribución a la Enciclopedia del Español en los Estados Unidos, publicada por la Editorial Santillana, en Madrid. Ha publicado los libros de relatos: Un verano incesante (1996), El otro lado (1999), Tiempo vencido (2009) y Salir de casa (2015). Compiló Reinaldo Arenas, aunque anochezcatextos y documentos (2001), Teatro cubano de Miami (2010) y Cuentistas del Pen (2011). Sus monólogos Feliz cumpleaños mamá y El Laundry, fueron estrenados en el Festival Latinoamericano del Monólogo de Miami. Fue columnista cultural de Diario Las Américas (1996-2013) y en la actualidad los es de el Nuevo Herald. Desde el 2013 conduce Viernes de Tertulia, en el Miami Hispanic Cultural Art Center.
 
 
 
 
 Hernán Vera Álvarez (Buenos Aires, 1977) Hernán Vera Alvarez, a veces simplemente Vera, nació en Buenos Aires en 1977.  Es escritor y dibujante. Ha publicado el libro de cuentos Grand Nocturno, Una extraña felicidad (llamada América) y el de comics ¡La gente no puede vivir sin problemas!. Es editor de la antología Viaje One Way, narradores de Miami. Muchos de sus trabajos han aparecidoen revistas y diarios de Estados Unidos y América Latina, entre ellos, El Nuevo Herald, Meansheets, Loft Magazine, El Sentinel, Nagari, Sea Latino, TintaFrescaUS,  La Nación y  Clarín. Ha entrevistado a Adolfo Bioy Casares, Carlos Santana, Ingrid Betancourt, María Antonieta Collins, Gyula Kosice, Sergio Ramirez, Maná, Gustavo Santaolalla, Gustavo Cerati, entre otros. Vivió ocho años como un ilegal en los Estados Unidos donde trabajó en un astillero, en la cocina de un cabaret, en algunas discotecas, en la construcción. Desde el 2012 también es ciudadano americano. A fin de año publicará su libro de ensayos Lit Argentina. Blog:www.Matematicasencopacabana.blogspot.com
 


 
 
 
Pedro Medina León (Perú) es autor de los libros Streets de Miami, Mañana no te veré en Miami, Lado B, y editor de Viaje One Way, el primer libro de cuentos de narradores hispanos de Miami. Es fundador y director de Suburbano Ediciones y colabora en revistas y medios de prensa como El Nuevo Herald, entre otros.  Ha sido profesor de escritura creativa en el Koubek Center del Miami Dade College.    www.pedromedinaleon.com @pedromedina5 




Event date: 
Thursday, August 6, 2015 - 8:00pm
Event address: 
265 Aragon Avenue | Coral Gables, Florida 33134 | 305.442.4408

Monday, August 3, 2015

On Viaje One Way

Miami’s a city as varied as its inhabitants. It’s not just about the flashy supercars and silicone-infused beach babes. No, the Magic City is one of many narratives— some cheerful, some tragic, some insightful—all of them compelling.
For that very reason, editors Pedro Medina León and Hernán Vera Álvarez have gathered a host of Spanish-language authors to pen a collection of short stories central to Miami, as told by its seemingly most common denizens: the immigrants, kitchen workers, exiles and laborers who make up this colorful town.
The result, Viaje One Way, explores the wildly different lives of Latinos living in Miami, each in pursuit of their own unique ambitions. The writers who lent their talents—Eli Bravo, Carlos Gámez Pérez, Andrés Hernández Alende and Rossana Montoya among them—craft tales of discovery, tragedy, suspense and the small joys of daily life.
The fictional men and women whose lives are shared with us differ in their circumstances, but also they have—perhaps unsurprisingly—much in common, like the challenges of a new language and settling in a foreign land while struggling with menial jobs that pay barely enough to get by.
Shuffling through different genres, Viaje One Way never bores. Especially refreshing are the niche categories that one would never think apply to Miami, from the urban-tinged science fiction (“Abducciones en la Que Nunca Fue y Nunca Será Tu Ciudad” by Gámez Pérez) to the crime noir novella (“Un Encuentro” by Hernández Alende).
Viaje One Way puts a microphone to the voices of those whose lives we can most closely relate to, yet don’t hear enough from. Ultimately, the book seeks to give a fuller, more realistic definition of Miami—one that makes us aware of the countless tales waiting to be told, of the deep and complex layers that form the foundations of this city. Though the tales may be brief, the messages they convey can echo lengthily through Miami’s streets.

Review de Allan Guzman por Viaje One Way,  publicado en Manero.com

Saturday, August 1, 2015

Carlos Fonseca: la intimidad de la Historia



Hubo un tiempo que los escritores eran ambiciosos. Que se entienda: no hablo de best sellers o hacer turismo con la literatura, estirando un libro por años, metiéndolo en cuanta feria y universidad hay por ahí. O contando su vida, como si fuera interesante, cuando lo más original ha sido tener una vida de departamento… Que se entienda mejor entonces: ambición es crear una mundo de habitaciones cerradas, donde el único que tiene esa llave es el lector. El autor invita.

A veces, no obstante, esa distinción precisa irrumpe como una grata sorpresa que nos señala que las tradiciones –las buenas, las elegantes– permanecen aún entre los escombros de la literatura. Carlos Fonseca (Costa Rica, 1987) ha armado una historia bella y extraña, que se disfruta porque en ella están los fundamentos de la Historia. El protagonista de Coronel Lágrimas (Anagrama) es un anciano solitario que desde hace un tiempo impreciso se ha propuesto una empresa total: narrar su existencia con un enclave en algunos eventos históricos que han marcado el siglo XX: el Octubre rojo, la Guerra civil española, las pestes del Caribe. El protagonista – inspirado en el matemático francés Alexander Grothendieck– selecciona, corta, edita, prepara los archivos íntimos de su vida que se cruzan con la obra colectiva.

Carlos Fonseca pasó la mitad de su infancia y adolescencia en Puerto Rico. Ha colaborado en revistas literarias como Buensalvaje y Otra Parte, entre otras. Obtuvo un doctorado en literatura latinoamericana por la Universidad de Princeton. Actualmente reside en Londres.

¿Puede ser que mientras trabajabas en otra novela, muy distinta en tema y en tono, casi al llegar la primavera escribiste un párrafo que desembocó en Coronel Lágrimas?

Como dices, la novela surgió de manera repentina, inesperada, mientras escribía otra novela más larga. Una mañana me levanté y escribí el primer párrafo de Coronel Lágrimas, esa primera aproximación al protagonista con la que comienza la novela. Me gustó el estilo, juguetón, rápido, y me pregunté si podría escribir una novela entera siéndole fiel a esa voz narrativa extraña que aparecía en el primer párrafo. Además de eso tenía, a partir de lo que me había contado un amigo, unas cuantas anécdotas de la vida alocada del matemático francés Alexander Grothendieck, en particular esa que lo ubicaba en pleno Vietnam, dando clases de matemática avanzada como si se tratase de un gesto político. Poco a poco, mientras exploraba la vida de Grothendieck, me di cuenta de que quería escribir la historia de un hombre obsesionado con la información como si fuese la alegoría de nuestro siglo. Quería ver cómo el pasado siglo había comenzado adicto a la acción y había terminado adicto a la información. La escritura, en ese sentido, tenía dirección. Lo difícil fue lograr que las piezas cuadraran e intentar que la novela no se volviera demasiado pesada.

¿Cómo te enteraste de la vida Alexander Grothendieck?

Me enteré de la alocada vida de Alexander Grothendieck a través de dos amigos matemáticos quienes me contaron algunas anécdotas de su vida: la anécdota de su protesta pacífica en Vietnam, la anécdota de cómo se convirtió en un ermitaño, la anécdota de cómo prohibió toda publicación de su obra matemática para dedicarse a un proyecto enciclopédico un tanto absurdo. Me fascinaron estas anécdotas y me puse a buscar más sobre su vida. Encontré que su vida trazaba una picaresca de la historia política europea. Faltaba, sin embargo, América Latina. Creo que la novela fue mi intento por insertar a América Latina dentro de esta vida tan caótica y alucinante, que sin embargo, cifraba muchas de las experiencias políticas del Siglo XX.


¿Antes de estudiar literatura querías ser matemático?

Es cierto. Por muchos años, en mi adolescencia, quise ser matemático. Me interesó, desde un principio, la vertiente más artística – por así llamarla – de las matemáticas. Contrario a lo que a veces se piensa, los matemáticos piensan su oficio como un arte inútil, en oposición a las ciencias aplicadas, o útiles. La aparente inutilidad de su oficio los acerca, según ellos, al arte conceptual. Creo que de aquellos años me quedó grabada esa imagen del valor de un conocimiento cuyo uso inmediato no está preestablecido. Me interesaba pensar, en la novela, la forma en la que la matemática y el arte pueden convivir. La forma en que la ciencia también esconde, en un rincón escondido, una chispa de humanidad y de sinceridad.

Coronel Lágrimas es una novela ambiciosa –contar la historia universal en clave privada– en tiempos que los escritores, sobre todo los muy jóvenes, quieren hablar sólo de ellos. Parece la obra de un autor “maduro”. Sorprende cuando uno lee en la solapa que naciste en 1987.

Cuando releo la novela ahora, pienso que sí, que algo de ambición desmedida tiene, pero que esa ambición salió precisamente de la juventud. Es algo que me interesa de las primeras novelas: esa ambición desmedida que a veces queda retratada en ellas. Cuando el escritor, fuera del círculo de publicación y promoción, se atreve a jugárselas todas. La batalla del escritor novato tiene poco que ver con el sistema editorial, con los grupos literarios, con las corrientes literarias. El novato, precisamente porque no ha entrado todavía en el sistema literario, se puede dar el lujo de escribir con la pretensión de que le habla directamente a la literatura. Luego uno publica y se da cuenta de que es algo más cotidiano, un acto mucho más social y normal. Publicar lo vuelve a uno humilde, siento yo por así decirlo. Pero igual, me interesan los escritores en cuya obra todavía sigue uno encontrando las huellas de esa batalla épica que el escritor novel establece con la literatura.

Por otra parte, creo que mientras escribía la novela tenía muy en mente que quería escribir algo distinto a la llamada auto-ficción. Me interesaba hablar de un hombre que contara su vida precisamente a través del relato de una serie de vidas ajenas. Me gustaba la idea de que a veces las cosas más privadas las contamos en clave, a través de historias que poco tienen que ver con la nuestra.

Por momentos el protagonista parece un personaje sacado de Las vidas imaginarias de Marcel Schwob, o de Historia universal de la infamia de Borges o de La sinagoga de los iconoclastas de Juan Rodolfo Wilcock. ¿Piensas que hay un eco de esos libros en la vida del Coronel?

Definitivamente. Fueron textos que me marcaron mucho y que de cierta forma dejaron huella en la escritura de la novela. Muchas veces pensé, mientras la escribía, que el Coronel era una suerte de puesta en escena de un Borges tragicómico, de un historiador vuelto autor que, como Juan Roldolfo Wilcock, sabe muy bien que detrás de todo proyecto enciclopédico se encuentra una gran carcajada. Creo que la figura de la enciclopedia se vuelve muy vigente hoy día en nuestra época de la información, donde la información se almacena bajo formas cada vez más impresionantes, sin una utilidad clara ni una relación inmediata a nuestras experiencias privadas. Me interesaba mucho eso: la desconexión aparente que existe hoy día entre información y experiencia. Creo que la novela es una exploración de las historias que surgen de esta gran grieta entre el mundo de la información y el de la experiencia.

Ricardo Piglia ha dicho que eras su alumno más brillante. ¿Cómo era él como maestro?

Estudiar con Ricardo Piglia fue una oportunidad única, para mí y para todos los compañeros que lo tuvimos como profesor. Siempre recordaré que detrás de todo lo que decía, uno podía encontrar la huella de una pregunta muy sencilla pero central: ¿qué significa narrar? A veces, cuando me pierdo un poco, regreso a esa pregunta básica y todo vuelve a organizarse. Creo que todo texto pone en escena una respuesta a esa pregunta. Como el gran autor y lector que es, Piglia fue una presencia central en Princeton, un intelectual capaz de mostrarnos que no había distinción exacta entre la crítica y la ficción. Creo que eso fue central para muchos de nosotros, sobre todo para todos aquellos que en secreto queríamos escribir ficción. No hace falta que mencione su enorme generosidad, su entrega total hacia la literatura y hacia sus estudiantes.

Colaboraste en la antología 20-40, autores latinoamericanos radicados en EE.UU.

Gracias a la gentil invitación del escritor chileno Antonio Díaz Oliva y a la editorial Suburbano, colaboré en el sexto número de la antología 20-40. La antología me parece excelente, siento que Estados Unidos juega un papel relevante, hoy día, en la producción literaria latinoamericana. Una suerte de oasis económico, dentro del cual – a base de becas, trabajos precarios o estipendios académicos – los nuevos escritores intentamos ganar tiempo para escribir, un poco a escondidas. Colaboro con un cuento titulado “Hora Cero”, que justo ocurre en Nueva York y que explora una de mis obsesiones personales: el insomnio. El cuento anda en excelente compañía: junto a “Podrías Escribir un Cuento de Música,” un cuento potente en el que el escritor chileno Esteban Catalán explora la relación padre/hijo, junto a “En Paz,” un relato siniestro y sorprendente en el que Claudia Salazar Jiménez explora las fatales consecuencias del tedio existencial y junto a “Short Stops,” el excelente cuento tuyo, que a mi entender esboza la posibilidad de una tenue línea de fuga en medio de un paisaje de precariedad absoluta. Le agradezco a Antonio y a Suburbano haberme dado la oportunidad de colaborar en esta antología que me parece necesaria y muy actual.

¿Cómo es eso que Costa Rica y Puerto Rico son tus dos patrias?

Nací en Costa Rica, de padre costarricense y madre puertorriqueña. A los siete años, me mudé a Puerto Rico y allí me quedé hasta que a los dieciocho años, partí nuevamente, hacia California, esta vez a completar mis estudios universitarios. Por asuntos lingüísticos, de mi acento, que poco a poco fue perdiendo nacionalidad, en Costa Rica todavía me consideraban caribeño y en Puerto Rico, centroamericano. La doble patria fue mi forma privada de darme cuenta de que a fin de cuentas lo que importaba para mí, más que mi identidad nacional, era mi identidad continental. Estudiar en Estados Unidos ayudó a reforzar esa sensación de que a fin de cuentas yo soy latinoamericano. Algo lindo ha sido que ahora, luego de la publicación de la novela, he retomado contacto con los escritores tanto en Puerto Rico y Costa Rica. Me interesa mucho esa pensar la forma en la que las tradiciones nacionales se complejizan al verse “contaminadas” por tradiciones que en un principio le son externas. Todo escritor, siento a veces, tiene dos patrias que batallan entre sí, dos tradiciones divergentes cuyo diálogo o polémica empuja el texto hacia delante, dándole fuerza.


                                                                                                                                 Vera



Entrevista Carlos Fonseca, Sub Urbano.net

Cinco libros para disfrutar el verano en New York

Los días suaves y eternos de la temporada estival  son buenos también para, además de la playa, paseos, la risa y juegos, acercarte a la lectura. Aquí te sugerimos cinco títulos para que te dejes atrapar por la magia de un libro.
"La Maestra y el Nobel", de Beatriz Parga
Suma, $13.73, 250 págs
La_Maestra_y_el_Nobel
Una historia entrañable sobre un niño, su querida maestra, un pueblo caribeño y el poder mágico de la lectura y las palabras. Parga, autora colombiana de Miami, narra con dulzura y al mismo tiempo precisión periodística la relación especial entre Sara Fergusson y el pequeño que tiempo después pasaría a la inmortalidad literaria con su obra y Premio Nobel: Gabriel García Márquez.

"El amante japonés", de Isabel Allende
Vintage Español, $20.52, 352 págs
Cada lanzamiento de la célebre autora siempre genera expectativa. Esta ocasión llega con un título picante y no menos interesante: la apasionada historia de amor entre Alma Velasco y el jardinero japonés Ichimei por diversos escenarios, por ej. Polonia en la Segunda Guerra Mundial y San Francisco en nuestros días. "A los veintidós años, sospechando que tenían el tiempo contado, Ichimei y Alma se atragantaron de amor para consumirlo entero, pero mientras más intentaban agotarlo, más imprudente era el deseo, y quien diga que todo fuego se apaga solo tarde o temprano, se equivoca".
"Grand Nocturno", de Hernán Vera Álvarez
Sub Urbano, $16.99, 152 págs
Grand_NOCTURNO
Escritor y dibujante, Vera pinta sus historias con agudeza psicológica y recursos de estilo que lo posicionan entre los principales autores hispanos de EEUU. "Grand Nocturno" desnuda su visión humana y profunda sobre lo precario de la existencia en aquellos seres que tienen como único refugio ese país de mil estrellas que es la noche. ¿El marco y los personajes? Nueva York, el gran sur, cadetes puertorriqueños, un asesino en serie, la muerte de Elvis Presley y  más.


"Ve y pon un centinela", de Harper Lee
HarperCollins Español, $13,59, 304 págs

Por más de cincuenta años, Harper Lee, la Greta Garbo de la literatura, vió desde la sombra y a la distancia, como su primer y único opus, "Matar un ruiseñor" se convertía en texto inmortal, seleccionado entre los diez mejores del siglo XX por la Librería del Congreso. Tras una larga espera, finalmente salió a la venta su segundo libro, "Ve y pon un centinela", en medio de la controversia sobre Atticus Finch, hasta ahora recordado como ciudadano ejemplar y abanderado de la justicia.



"El Manipulador", de David Unger
Planeta, $18.95, 352 págs

El escritor de origen guatemalteco echa mano de un caso de la vida real que sacudió la opinión pública internacional: el asesinato en 2009 del carismático abogado Rodrigo Rosenberg, quien pronóstico (muchos dicen que planeó) su propia muerte, la cual atribuyó por adelantado al presidente de su país, Álvaro Colom. Unger, residente en Brooklyn y ganador del Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2014 de Guatemala, se acerca a la historia con su prosa certera pero al mismo tiempo accesible al lector.  

 Marcela Alvarez, El Diario de New York



Saturday, July 25, 2015

Umberto Eco: esa mentira verdadera llamada periodismo


Cierta vez, una niña argentina proclamó que aborrecía los chismes y que prefería el estudio de Marcel Proust; alguien le hizo notar que las novelas de Marcel Proust eran chismes, o sea (aclaro yo, tardíamente) noticias particulares humanas”. El comentario de Borges que usa Edgardo Cozarinsky como epígrafe de su malicioso y recomendable Museo del chisme, sirve de guía de lectura para Número cero (Lumen), el nuevo trabajo de Umberto Eco.

Séptima novela en un corpus de más de 35 libros, entre los que sobresalen ensayos y el bestseller El nombre de la rosa –llevado al cine en 1986 con Sean Connery como el franciscano Guillermo de Baskerville– el escritor italiano enclava la historia en Milán durante tres meses de 1992, cuando el empresario Simei, que tiene muchos rasgos en común con Silvio Berlusconi, decide crear un nuevo periódico de nombre Domani. Para el cargo de redactor en jefe del número cero –así se lo llama en el periodismo al ejemplar de prueba de un medio– se lo convoca a Colonna, un hombre de cincuenta años, cansado de muchas cosas pero sobre todo de sí mismo.

"Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores”, dice Colonna. “Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores".

En verdad, este periódico se crea con una sola intención: generar rumores, chismes oscuros que quedarán picando en la memoria del lector, en el inconsciente colectivo de la tribu, como herramienta insidiosa para extorsionar a los políticos. El autor italiano desnuda la operación que ejercen las empresas de comunicación –en ocasiones funcionales al poder de turno– y la manipulación informativa.

Para Eco el mundo es un rompecabezas al que siempre le faltan piezas. Allí irrumpen las teorías, que es lo mismo que decir mentiras que para silenciarlas, habrá que negociar. Y todo pacto tiene un precio. No es casual que el autor coloque la escena de la trama en 1992: año que se descubre Tangentopoli (una cadena de coimas) y se da el proceso judicial contra la corrupción política en Italia denominado el Mani Pulite (manos limpias).

En el transcurso de Número cero –de lectura rápida con sus 224 páginas– habrá previsiblemente casos de corrupción, secretos de la CIA y del Vaticano, como una curiosa investigación de que Mussolini no fue fusilado en Giulino di Mezzegra en abril de 1945 sino que logró fugarse a la Argentina, lugar preferido de nazis como Adolf Eichmann y Joseph Mengele para ocultarse de la justicia, desde donde siguió organizando complots para un futuro regreso a Italia.

Umberto Eco en su adolescencia quería estudiar periodismo. No lo hizo –sus padres lo veían como un oficio de bohemios– En cambio, se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín en 1954, con un trabajo que publicó dos años más tarde con el título de El problema estético en Santo Tomás de Aquino. Con Número cero, la deuda del pasado, queda saldada.



                                                                                        Vera
         


Review Número Cero, de Umberto Eco, El Nuevo Herald