Monday, September 8, 2014

Enrique Del Risco: el hombre que será presidente





Hacia 1920 el escritor argentino Macedonio Fernández, maestro literario de Jorge Luis Borges, ideó un curioso plan: llegar a ser presidente de su país. Para perfeccionar su propósito, el autor se reunía con un grupo de jóvenes en la Confitería del Molino, frente al Congreso de la Nación. “Macedonio explicaba que muchas personas se proponen abrir una cigarrería y casi nadie ser presidente; de ese rasgo estadístico deducía que es más fácil llegar a ser presidente que a dueño de una cigarrería”, recordó Borges, uno de los asistentes de aquellas míticas tertulias.

Desde el intento del argentino varios escritores han emprendido la temeraria  carrera de llegar al máximo cargo político de un país, como el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa que perdió ante un ignoto Alberto Fujimori en las elecciones de 1990, o Sergio Ramírez que junto a Daniel Ortega llegó al poder en Nicaragua en 1984. Este jueves en Coral Gables se lanza otra candidatura, y les toca a los ciudadanos cubanos decidir.

El escritor Enrique Del Risco (La Habana, 1967) presenta Enrisco para presidente, un libro que plasma su plataforma política para llegar al gobierno de la Isla en el 2018, para instaurar, como él señala, “el socialismo del siglo XXII”.

“Si quieren saber en qué consistirá el socialismo del siglo XXII les diré en palabras sencillas —aunque en realidad consiste en un plan más elaborado recogido en mi Proyecto Trespatines— que su objetivo es convertirme en presidente vitalicio y, al mismo tiempo, en el principal propietario del país, mientras acabo con lo que queda de él. O sea, que el socialismo del siglo XXII significa —además de que sé contar en números romanos— más o menos lo mismo que el socialismo del siglo XXI o el comunismo del XX, pero mucho más sincero. Prometo que todos terminarán haciendo cola por cualquier cosa y que el papel sanitario seguirá siendo un artículo de lujo, pero por el camino nos divertiremos muchísimo enfrentando al imperialismo norteamericano y a sus aliados locales”, escribe en el prólogo el candidato a la presidencia de Cuba.

Es inevitable aclarar que el candidato Enrisco es una suerte de otro yo alucinado del escritor Del Risco, por eso el autor se disculpa ante el Nuevo Herald a poco de empezar el reportaje. “Enrisco no quiso venir a hacer la entrevista así que seré yo, Enrique Del Risco, quien se hará cargo”.

Así entonces, sin malentendidos, el escritor habla del origen de la obra. “Tuvimos la idea de hacer este libro hace años, luego de la publicación de El Comandante ya tiene quien le escriba en el 2003 con la desaparecida Ediciones Universal. Un libro que recogiera lo mejor de los textos esencialmente humorísticos que Enrisco ha publicado a lo largo de los años en diferentes publicaciones, algunas de las cuales ya han desaparecido. Ya desde entonces el título lo tenía claro: “Enrisco para presidente”.

“Luego con los años siguieron acumulándose textos”, agrega el autor que también es profesor y trabaja en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de New York. “Ello conllevó un proceso arduo de selección en el que hubo que reducir unas seiscientas páginas de textos más o menos a la mitad. Luego hubo que crear una estructura en la que artículos escritos en diferentes épocas encontraran un nuevo sentido que es –y ahora es que me doy cuenta- el de explicar lo que ha pasado en los últimos años en Cuba  no inducir al lector a cortarse las venas sino a, después de todo, seguir encontrando motivos para reír. El libro incluye también un prólogo y un glosario explicativo escritos ex profeso para el libro y que al compañero Enrisco –debo reconocerlo- no le han quedado nada mal”.

El nuevo libro de Enrique Del Risco se publica por Sudaquia Editores, un dato que no es menor para el autor. “En muy poco tiempo se ha convertido en la principal referencia editorial en español en una ciudad como Nueva York y eso no es poca cosa. Haber participado en sus inicios con Siempre nos quedará Madrid (libro de lectura obligatoria en el gabinete, escuela y asilos de ancianos en mi Cuba del futuro) es una satisfacción para mí”.

En Enrisco para presidente se señala todo el tiempo la lógica de pesadilla que vive la Isla. Sin embargo,  en ningún momento se lo nombra a Fidel Castro. Es como un fantasma: todos hablan de él, pero nadie lo ve.  En el libro, el autor le dice, entre otros adjetivos,  “El Comandante”.

“Nada en ese libro es accidental”, afirma Del Risco sobre el tema. “Ni siquiera las erratas. En el caso del Comandante sucede que a Fidel o a Castro todo el mundo los acusa (con razón) de los más variados crímenes mientras que el Comandante se ha mantenido increíblemente a salvo de tales acusaciones. Pues alguien tenía que ocuparse de rellenar ese vacío y le ha tocado precisamente al compañero Enrisco”. 
   
Enrique Del Risco es autor de una decena de libros, entre los que se destacan Lágrimas de cocodrilo  y ¿Qué pensarán de nosotros en Japón?, V Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz. Ha sido traducido al inglés, alemán y polaco. Estos libros y los logros que le han traído, sucedieron fuera de Cuba. “Enrisco y yo pedimos asilo político en 1995 en España y no llegamos a Estados Unidos hasta 1997”, dice el escritor que desde que llegó a este país vive en West New York, New Jersey. 

De sus últimos años en Cuba, el autor es muy honesto en sus recuerdos. “Un horror absoluto atenuado por la amistad y la juventud que hace que cualquier circunstancia, por terrible que sea, parezca mucho más divertida”, confiesa. “Fueron años de mucha indignación ante la realidad que no te daba tregua en casi ningún espacio de tu vida pero, al mismo tiempo, muy vitales y creativos”.

                                                                                                      
              
                                                                                                Vera



Entrevista Enrique Del Risco, El Nuevo Herald

Wednesday, September 3, 2014

Ed Gein, el ‘carnicero’ de Plainfield

A Ed Gein la vida lo había lastimado como suele hacerlo con casi todos los mortales, aunque él como respuesta, en vez de obedecer y agachar la cabeza, decidió salir a matar.

Gein era bueno con las manos, se daba astucia para todo. Desde que su hermano mayor Henry había muerto en un confuso episodio cuando se incendió parte de las ochenta hectáreas de su finca–a unos 10 kilómetros del pueblo de Plainfield, Wisconsin– y luego fue el turno de su madre Augusta, una mujer severa que leía en voz alta los pasajes del Apocalipsis, y quien aún después de muerta su hijo la adoraba como si fuera una efigie celestial, Gein de 39 años había quedado complemente solo en su casa y debía arreglárselas como mejor pudiese. Esa destreza le había ganado cierta fama y era requerido por muchos en el pueblo para hacer pequeños trabajos.

El ingenio de Gein con las manos no sólo le servía para ganarse algunos dólares. Cuando la noche hacía los caminos de tierra más solitarios, se adentraba en los cementerios. Siempre habría los ataúdes de aquellos que hacía muy pocas horas habían muerto. Eran los mejores cuerpos, Gein así podía oler el perfume de la piel que todavía no se había vuelto rancia.

Las cabezas las guardaba en el refrigerador o las hervía. Con la carne y la piel hacía todo tipo de objetos: brazaletes, vainas de cuchillo, pantallas de lámparas y asientos, collares hechos con labios, recipientes para comer con la mitad invertida de cráneos, chalecos tapizado de vaginas y pechos.
Pero había una de las creaciones que era su preferida: un vestido confeccionado íntegramente con piel femenina. Gein lo usaba frente al espejo que había pertenecido a su madre. Se podía quedar horas contemplando la belleza atroz de su figura. Todavía no había abandonado la idea de cambiar de sexo, aunque los costos de la operación fueran muy elevados. Siendo una mujer como su madre, podía llenar la ausencia de su muerte.

Durante años su casa fue un santuario de cadáveres y objetos macabros. El 17 de noviembre de 1957 la historia de Ed Gein sacudió a los Estados Unidos. La desaparición de Bernice Worden, de 58 años, empleada de una ferretería de Plainfield, condujo a la finca del asesino: en el cuaderno de registros del negocio figuraba el nombre de Gein como último cliente.

La policía se enfrentó a una escena de terror. Colgado del techo por los tobillos, con las piernas abiertas, y sin cabeza, el cuerpo de Worden era una masa deforme. Tenía un tajo que era una raya furiosa que empezaba en la vagina y terminaba en sus senos, que eran dos agujeros negros, porque le había sacado los pezones.

Ed Gein sólo confesó otro crimen, el de Mary Hogan, una camarera que desapareció en 1954. El número de asesinatos ronda la decena, aunque sólo hay indicios. Por declararlo insano, Gein nunca estuvo en prisión. Lo alojaron en el Wisconsin Waupan State Hospital, donde murió de problemas respiratorios en 1984.

La historia de Ed Gein inspiró una serie de films de horror, como Texas Chainsaw Massacre, Silence of the Lambs y Psycho. Quizá, también, a otros asesinos seriales.



                                                                                                             Vera


Ed Gein, el carnicero de Plainfield. El Club de los Asesinos (Caliente Semanal)