Thursday, April 26, 2012

Ingrid Betancourt: el infierno es una jungla infinita





En su visita a la ciudad de Miami con motivo de la presentación del libro No hay silencio que no termine, era difícil de creer que Ingrid Betancourt,  una mujer de maneras suaves, educada en colegios exclusivos, y de una serenidad a punto de quebrarse, hubiera sobrevivido a los seis años y medio de cautiverio en la jungla por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). 
 
Sólo en algún momento de aquella noche en el auditorio del Miami Dade College, donde la gente escuchaba en un silencio cargado de respeto y admiración,  la voz de  Betancourt se oscureció ante los recuerdos plasmados en esa autobiografía que, como definió el escritor Héctor Abad, “será un clásico de la historia y de la literatura colombianas”.  Medios como el británico The Guardian o el francés Le Monde tampoco han ahorrado elogios. Y hasta la reina de las amas de casa norteamericanas,  Oprah Winfrey, admitió que nunca en su vida “había escuchado un relato de supervivencia, resistencia y coraje tan increíble”.
 
El título de No hay silencio que no termine proviene de un verso de Pablo Neruda.  En setecientas intimidantes páginas que se leen no obstante demasiado rápido, la ex candidata a la presidencia de Colombia por el partido Oxígeno Verde narra de principio a fin la crónica alucinada de lo que fue su captura por las FARC y posterior liberación por medio de la Operación Jaque, en la época del gobierno de Alvaro Uribe.
 
El libro­, del que doce editoriales han comprado los derechos, fue escrito totalmente en francés, pero la misma Betancourt supervisó la traducción al español. Tiene una escritura  muy visual, que envidiaría cualquier film de aventuras de Hollywood, y nada parece haber quedado afuera. Allí están Marc el rehén norteamericano con quien vive un amor “platónico”, el fiel protector Lucho, Clara Rojas, los líderes de las FARC, el recuerdo de la familia. 
 
 

Dignidad. Esa palabra que recuerda en la boca de su padre, actúa como un mantra, una oración, que la acompaña a lo largo de su secuestro. Eso mismo se siente en el libro. Una dignidad ante la miseria humana donde triunfa, finalmente, el amor.    
 
Creo que el amor me dio la fuerza para no perder en mi visión que debía volver a mi casa. Esa  conciencia de querer luchar,  me lo dio el amor. Pero la dignidad fue la llave para saber cómo reaccionar a situaciones inesperadas y terribles las cuales uno porque ha perdido la libertad ha perdido la brújula de cómo es uno, de qué es bueno y qué es malo. Esa obsesión por la dignidad me permitió que la situación no me resquebrajara y preservase el alma. 
 
¿Cuándo y por qué decidió escribir en francés No hay silencio que no termine?
 
Simplemente salió así, de una manera espontánea. Cuando me senté a escribir frente al papel, con el lápiz en la mano, las primeras frases fueron en francés. Pensé que luego eso cambiaría, pero no fue así.
 
¿Al enterarse de su decisión, no hubo personas que le aconsejaron que lo pensara muy bien, en el sentido que escribir era recordar momentos dolorosos, era revivir el infierno?

 
Cuando llegué de la selva, no podía hablar con mi madre ni con mis hijos del tema, estaba sin fuerzas. Pero por escrito, pensé, que sí podía intentarlo.  Mi mamá y mi hija vinieron muy emocionadas luego de leerlo.  En cambio mi hijo todavía no lo ha leído. Creo que él no ha encontrado el momento emocional para hacerlo. Mi hermana recién ahora lo está leyendo. Ha llegado su momento.
 
¿Tiene contacto con algunos de los 15 rehenes que fueron liberados en la Operación Jaque?
 
Con todos. Son para mí mi familia. Lo que les sucede me interesa. Me siento muy unida a ellos. A veces llaman para pedirme consejos, como yo a ellos. Es muy bonito.  A pesar de los momentos difíciles de todos estos años, queda el amor.
 
¿Por qué cree que en el resto del mundo su figura despierta admiración y en Colombia las opiniones son contradictorias? 
 
Mi historia con Colombia es tormentosa. Hay actitudes de mi país que son para mí muy difíciles de entender, pero también creo que eso hay que superarlo, sobre todo en mi corazón.  Creo que es una  tarea del tiempo. 

 
Algunas de las páginas de su libro fueron rechazadas con indignación por Clara Rojas.
 
A Clara la quiero mucho como al resto de mis compañeros.  Todo lo que ella ha hecho es humano. No creo que haya cosas que nos separen inevitablemente. El hecho de haber vivído lo que hemos vivido nos hace que siempre seamos hermanas, importantes la una para la otra.
 
¿Cómo se siente hoy Ingrid Betancourt?
 
Hay algo que no se ha ido de mi alma, y es la gratitud a la vida, a Dios, eso es un sentimiento muy hermoso. La gratitud es plenitud. Es estar lleno de paz. Lo que pasa con la vida, los momentos difíciles, son sólo turbulencias. Por supuesto, uno tiene que aprender de ellos. Pero tengo una gran serenidad. Estoy feliz.
 

 

                                                                                      Vera

 

 

Entrevista Ingrid Betancourt (El Nuevo Herald)