Hay una feliz tentación en la poesía de Carlos Pintado: extender los límites de las clasificaciones. Por ejemplo, alrededor de sus libros el neobarroco, tan cerca y fecundo en la historia de la literatura cubana con Lezama Lima como el santo poeta que se aferra a su martirio, es solo un detalle. Pintado escribe sus poemas hechos de sensaciones introspectivas para alertarnos, una vez más, de los límites difusos de la experiencia humana.
Poeta y escritor nacido en Cuba, en 1974, graduado de Lengua y Literatura Inglesa en 1996 en el Instituto Superior Pedagógico de Pinar del Río, desde 1997 vive en la ciudad de Miami. Poemas, cuentos y artículos suyos han sido traducidos al inglés, alemán, turco, italiano y francés. En 2010 el South Beach Music Ensemble estrenó por varios estados del país el Quinteto sobre los Poemas de Carlos Pintado, quinteto de piano y cuerdas bajo la dirección de la compositora norteamericana Pamela Marshall.
Pintado fue premiado en el año 2014 con el Premio Paz de Poesía, el galardón nacional más importante para la poesía en español de Estados Unidos. Lo otorgan The National Poetry series y The Center @ Miami Dade College. A estos datos que son una hoja de vida, se le suma la edición este año deLa sed del último que mira(Sudaquia Editores), una antología imprescindible que reúne sus poemas publicados, entre otros libros, en Habitación a oscuras (Premio Internacional de Poesía Sant Jordi) y Los bosques de Mortefontaine.
¿Cómo se siente al ver publicada una antología de su obra poética? Todavía es un autor joven.
“Sorprendido, porque no soy precisamente de los que miran mucho hacia atrás; no me gusta volver sobre las cosas; tampoco tengo un temperamento nostálgico aunque mi poesía a veces diga lo contrario. Toda antología supone un regreso y esto es algo que obliga a leer lo escrito o publicado, seleccionar, ejercer de juez o verdugo, leer con lupa y cuchilla en mano. Cuando tuve el libro frente a mí me di cuenta de que sobrepasaba las 200 páginas, casi un sacrilegio”.
¿Por qué La sed del último que mira?
“El poema que da título al libro está dedicado a una persona que no podrá leerlo: mi padre”.
Muchos opinan que en la primera obra, sea un libro o un filme, ya están todas aquellas obsesiones que el autor desarrollará a lo largo de su obra ulterior. ¿Qué piensa cuando relee su debut literario?
“Comencé a escribir Habitación a oscuras, mi primer libro, a los 15 años y lo terminé a los 17. Para alejarme de este libro escribí otros que terminaron pareciéndose mucho más, así que estoy de acuerdo contigo. Leyéndolo ahora me parece un acto de liberación, me quito un légamo muy pesado de encima”.
Sus poemas están alejados de la influencia del neobarroco, de Lezama Lima y Severo Sarduy. Se siente el peso de los poetas ingleses gravitar en su obra.
“No escogí no ser neobarroco. Me crié lejos del mundanal ruido literario. El neobarroco no llegó en esa etapa de formación, o si llegó fue una cosa muy tardía cuando yo ya estaba seducido por poetas como Yeats, Keats, Eliot, Rilke, Shelley o narradores como E. M. Forster, Faulker, Flaubert, Bradbury, Henry James, Agatha Christie o Emilio Salgari, no solo ingleses. Esos fueron los autores que había en casa, los primeros que abrieron ventanas en mí. Me sentía más cerca de Sherlock Holmes o Phileas Fogg que de algún personaje de Lezama o de Sarduy, sin que ello sea malo o bueno”.
¿A la hora de escribir, cuál cree que son las dificultades del género?
“Todo es dificultad cuando se escribe: desde el sitio o el momento en que lo haces, por no hablar del peligro de perder la palabra, la imagen o la música necesarias en el instante menos pensado. Todas las cosas conspiran para que uno deje de escribir; quizás existan duendecillos perversos encargados de obligarnos a dejar la obra a medias. Tengo la impresión de que escribo encima de una cuerda floja. Como decía Octavio Paz en su magnífico “Piedra de sol”: ‘amar es combatir, si dos se besanel mundo cambia, encarnan los deseos, el pensamiento encarna, brotan alas en las espaldas del esclavo, el mundo es real y tangible’. Escribir es también un acto de amor”.
Sus poemas han sido musicalizados en varias oportunidades. ¿Alguna vez coqueteó con la idea de componer una canción?
“He compuesto en secreto canciones que nadie nunca escuchará. Lo hago solo como ejercicio, porque no puedo escribir un verso sin que suene un orfeón detrás. No pude ser un Gustav Mahler (me habría gustado crear el Adagietto) ni un Rachmaninov (el Moderato inicial del Concierto #2 es sublime); tampoco pude ser Chet Baker, John Coltrane ni Miles Davis (hubiera vendido algo a alguien por ser Louis Armstrong y cantar April in Paris con Ella Fitzgerald) o Duke Ellington)”.
Hace poco recibió el Premio Paz de Poesía 2014 por el libro ‘Nueve monedas’.
“Sí, estoy muy feliz. El premio está patrocinado por The National Poetry Series y The Center for Literature and Theatre@ Miami Dade College. El libro saldrá publicado en noviembre en edición bilingüe por Akashic Books, una editorial de Nueva York con un catálogo impresionante. Richard Blanco, el poeta de la juramentación de este país, fue el jurado. Hilary Vaughn Dobel, una excelente poeta, estuvo a cargo de la traducción”.
Vera
Entrevista Carlos Pintado, El Nuevo Herald