Cuando Aileen Wuornos conoció a Tyria Moore en aquel bar
gay de Daytona Beach sintió que por
primera vez a alguien le importaba su vida. Hasta ese momento todo había sido
una sucesión de oscuro dolor. El padre, al que Aileen nunca conoció, terminó ahorcándose en un celda mientras
cargaba varias condenas por abusador de menores. Con tan solo cuatro años de
edad ella y su pequeño hermano Keith sufrieron el abandono de su madre, y los
niños fueron adoptados legalmente por sus abuelos en 1960.
Lauri and Britta Wuornos resultaron la peor pesadilla
para los pequeños. No sólo su abuela era una alcohólica, lo que hacía que
estuviera tirada en la cama por días sin importarle la suerte de los niños,
sino que su esposo sacaba provecho de la situación para golpear a Aileen con un cinturón de cuero, obligarla a
desvestirse y finalmente violarla.
Para cuando la niña cumplió 11 años ya había tenido sexo
con los amigos de su vecindario a cambio de cigarrillos, cerveza, marihuana o
lo que sea. Con su hermano Keith fue
distinto: no necesitó darle nada.
Aileen quedó embarazada de un amigo de su abuelo. El
viejo Lauri no soportó la humillación de que no fuera él quien perpetuara su
sangre. Al niño lo dio en adopción y a ella la echó de la casa. Con quince años
la adolescente emprendió un vagabundeo de subsistencia. Dormía en casas
abandonadas, se dedicaba a pedir limosna, a robar en las tiendas, a la
prostitución.
Cuando Aileen Wuornos conoció a Tyria Moore en aquel bar
gay de Daytona Beach no sólo sintió que por primera vez a alguien le importaba su vida sino que el ser
humano es capaz de soportar demasiado dolor. Lo que no sospechaba, no lograba
entender ahora esa mujer de treinta años
de infierno, es que las heridas profundas supuran irremediablemente un veneno
letal.
Aileen convenció a
la muchacha que dejara su trabajo de limpieza en un hotel de la playa. Lo que ganaba como prostituta no era mucho,
pero ya tenía planes más redituables.
Una noche de noviembre de 1989 en que la mujer
rondaba como siempre la carretera
interestatal en busca de clientes, se topó con Richard Mallory. El hombre
de 51 años era dueño de una tienda de
productos electrónicos en Clearwater, Florida. Arreglaron el precio, aunque
Mallory no pudo descargar su deseo: fue la prostituta, en cambio, la que vació
el cargador de su arma.
No sucedió lo mismo con la segunda víctima, David Spears,
de 43 años, trabajador de la construcción en Winter Garden, Florida, ni con
Peter Siems, un jubilado de 65 al que todos respetaban por tener una activa
participación en la iglesia de su comunidad. Ni con los otros cuatro hombres
que fueron hallados semi desnudos en el bosque o adentro de sus autos, con
varios tiros en el cuerpo. Había una modalidad en los crímenes que hizo alertar
a la policía que un nuevo asesino serial andaba suelto.
Por la declaración de testigos que vieron a dos mujeres
conducir un coche a alta velocidad y por las huellas dactilares que la policía
encontró en la puerta del vehículo cuando éste fue abandonado, la identidad del
asesino se reveló: Aileen Wuornos.
Tyria compartió una cerveza con su ex pareja por última
vez en el bar The Last Resort, de Port Orange, Florida, en enero de 1991.
Aileen Wuornos –para muchos la primera asesina serial de
los Estados Unidos– fue ejecutada por inyección letal el 9 de octubre del 2002.
Vera
Aileen Wuornos, la asesina de la carretera. El Club de los Asesinos (Caliente Semanal)