Hubiera sido interesante saber qué
hubiese opinado Jorge Luis Borges de todo este asunto. Hace unos meses Agustín
Fernández Mallo (La Coruña 1967) publicó El hacedor (de Borges), remake
en el que homenajea al mítico escritor argentino en un género que denomina
“remake literario”. El libro, aunque conserva los mismos títulos y escructura
del volumen de Borges, tiene enlaces de páginas web, vídeos de Youtube,
reinterpretaciones, pero ningún plagio. Sin embargo así no lo entendió María Kodama, viuda del autor, y junto a sus
abogados demandó a Fernández Mallo.
De esta manera El hacedor (de
Borges), remake ha sido retirado de
las librerías. Y, según parece, no se volverá a publicar. Este hecho
produjo que artistas e intelectuales de América Latina y España salieran apoyar
a Fernández Mallo. Como inequívocamente opinó Juan Villoro sobre el tema: “un
tema borgiano con solución kafkiana”.
Sin contar este incidente, Fernández
Mallo es el autor más visible de un grupo
de narradores —Jorge Carrión, Eloy Fernández Porta, Vicente Luis Mora y
Juan Francisco Ferré — que la prensa española ha dado en llamar Generación
Nocilla o Mutante, cuya denominación procede del título de una serie de sus
novelas: Nocilla Dream (2006), Nocilla Experience (2008) y Nocilla
Lab (2009).
¿Qué es lo que encuentra un lector en
este mundo Moncilla? Muchas sorpresas. A diferencia de otras generaciones, la
brújula de ésta da hacia la cultura
norteamericana, pero también a la centroeuropea, con autores como Don DeLillo y
Thomas Bernhard. Y toma referencias de la publicidad, la televisión, las artes
plásticas y la ciencia. Un exquisito Aleph de cultura pop.
¿Esperabas el apoyo de los escritores
hacia El hacedor (de Borges), remake?
—Recibir el apoyo
de la comunidad literaria fue para mí muy gratificante, significa que no estás
solo en los malos momentos en lo que se siente hoy por cultura contemporánea.
Fue un trabajo moralmente y estéticamente respaldado. Que el libro haya sido
retirado de las librerías es algo frustrante.
El escritor no es como un pintor: un libro no es una serie única. La
vocación de un libro es la reproducción. Espero que haya pronto un acercamiento
entre los abogados de María Kodama y la editorial.
Una de las características de tu
literatura es que antes había escritores que trabajaban la “alta” literatura y
otros la “baja”, como Witold Gombrowicz. En tu caso has establecido un diálogo.
—Es un diálogo
que sale de manera espontánea. Nunca pensé en hacerlo. Sale simplemente de mi
cabeza. Creo que todo el mundo hoy tiene
una mezcla de alta y baja cultura. Está la Universidad con la televisión, los
medios de comunicación, la Internet. La clave está en mezclar eso sin
prejuicios. Si ves que hay una conexión entre una publicidad y un pensamiento
de Kant o de Borges, por qué no vas a concebir esa poética en un punto.
En la década del 70 decir este tipo de
cosas estaba ridículamente mal visto. Ha pasado poco tiempo pero parece el
principio de los tiempos.
—Son cosas que
han caído por su propio peso. En los 70 no veías programas de televisión, había
como una legislación que decía que un escritor no podía ver televisión... El
papel que tiene hoy en la sociedad el escritor ha cambiado, también. El ha ido
junto a ella. Yo creo que antes se creaba desde el conocimiento, el autor era
alguien que estaba encerrado escribiendo en su cámara. Era algo como sagrado.
Creo que hoy lo hacemos desde la información que recibimos todos los días. Eso
lo elaboramos y lo volvemos a sacar.
¿Cómo surgió lo de “Generación Mutante”?
—Es un nombre que
dio la prensa española a un grupo de narradores jóvenes. Ninguno de nosotros
tuvo la intención de hacerla, por eso fuimos los primeros sorprendidos. Lo que
me interesa de todo, más allá de los nombres, es que hay una nueva generación
de autores en España. Eso es lo mejor. Los puntos en común, por ejemplo, es que
hacemos una lectura horizontal de la sociedad de consumo. Puedes hablar de un
comic como de una publicidad y todo relacionarlo dentro de los procesos de
consumo. Antes parecía que la literatura era ajena al consumo. Un escritor no
podía hablar de eso porque era algo puro. En absoluto. Ponemos todos esos
referentes en la literatura.
Hay ciertos puntos de contacto con lo
que fue en América Latina lo de McOndo.
—Sí y no. Ellos
se agruparon voluntariamente y escribieron un manifiesto. Tenían una intención
muy clara: “señores estamos cansados del realismo mágico”. Lo nuestro fue algo
más natural, aunque sí hay una influencia de la cultura norteamericana.
Partimos que el mundo ya es un mundo globalizado, sin ninguna actitud de
demoler nada anterior. Simplemente decimos que existimos. Nos interesa más una
fiesta que sucede en Dinamarca que lo que hay aquí al lado. Qué se puede hacer a partir de este mundo
globalizado.
Esa generación se gestó con una España
rica y ahora el país está en crísis. ¿Cómo se ve reflejado ese proceso?
—Todavía es algo
reciente, pero creo que ya se está
reflejando. Hay un gran sentimiento de que algo se ha roto, y que algo
importante va a pasar en esta sociedad de consumo. No sé como se plasmará, pero
lo que sí estoy seguro que ya no va haber marcha atrás. El consumo se ha roto.
¿Qué opinión tienes de los indignados?
—La verdad que
nunca hablo demasiado sobre eso, ya que tengo una opinión como la de cualquier
ciudadano. No he ido a las marchas porque soy una persona demasiado
individualista como para participar de muchas cosas sociales. Pero sí me parece
una respuesta lógica a una situación económica que es una tomadura de pelo
provocada por ciertos poderes. Creo que hoy la sensación es que España no está
manejada por la política. Hay fuerzas económicas muy puntuales contra el país.
No soy ingenuo: esto siempre ha sido así pero hemos llegado a un punto
llamativo. Y cuando la gente está mal, dices qué pasa. Igual estoy más
involucrado en problemas estéticos que sociales.
Vera
Entrevista Agustín Fernández Mayo (El Nuevo Herald)