Wednesday, March 7, 2012

El hacedor pop





Hubiera sido interesante saber qué hubiese opinado Jorge Luis Borges de todo este asunto. Hace unos meses Agustín Fernández Mallo (La Coruña 1967) publicó El hacedor (de Borges), remake en el que homenajea al mítico escritor argentino en un género que denomina “remake literario”. El libro, aunque conserva los mismos títulos y escructura del volumen de Borges, tiene enlaces de páginas web, vídeos de Youtube, reinterpretaciones, pero ningún plagio. Sin embargo así no lo entendió  María Kodama, viuda del autor, y junto a sus abogados demandó a Fernández Mallo.
 
De esta manera El hacedor (de Borges), remake ha sido  retirado de las librerías. Y, según parece, no se volverá a publicar. Este hecho produjo que artistas e intelectuales de América Latina y España salieran apoyar a Fernández Mallo. Como inequívocamente opinó Juan Villoro sobre el tema: “un tema borgiano con solución kafkiana”.
 
Sin contar este incidente, Fernández Mallo es el autor más visible de un grupo  de narradores —Jorge Carrión, Eloy Fernández Porta, Vicente Luis Mora y Juan Francisco Ferré — que la prensa española ha dado en llamar Generación Nocilla o Mutante, cuya denominación procede del título de una serie de sus novelas: Nocilla Dream (2006), Nocilla Experience (2008) y Nocilla Lab (2009).
 
¿Qué es lo que encuentra un lector en este mundo Moncilla? Muchas sorpresas. A diferencia de otras generaciones, la brújula de ésta  da hacia la cultura norteamericana, pero también a la centroeuropea, con autores como Don DeLillo y Thomas Bernhard. Y toma referencias de la publicidad, la televisión, las artes plásticas y la ciencia. Un exquisito Aleph de cultura pop.
 
 
 
¿Esperabas el apoyo de los escritores hacia El hacedor (de Borges), remake?
 
Recibir el apoyo de la comunidad literaria fue para mí muy gratificante, significa que no estás solo en los malos momentos en lo que se siente hoy por cultura contemporánea. Fue un trabajo moralmente y estéticamente respaldado. Que el libro haya sido retirado de las librerías es algo frustrante.  El escritor no es como un pintor: un libro no es una serie única. La vocación de un libro es la reproducción. Espero que haya pronto un acercamiento entre los abogados de María Kodama y la editorial.
 
Una de las características de tu literatura es que antes había escritores que trabajaban la “alta” literatura y otros la “baja”, como Witold Gombrowicz. En tu caso has establecido un diálogo.
 
Es un diálogo que sale de manera espontánea. Nunca pensé en hacerlo. Sale simplemente de mi cabeza.  Creo que todo el mundo hoy tiene una mezcla de alta y baja cultura. Está la Universidad con la televisión, los medios de comunicación, la Internet. La clave está en mezclar eso sin prejuicios. Si ves que hay una conexión entre una publicidad y un pensamiento de Kant o de Borges, por qué no vas a concebir esa poética en un punto.
 
En la década del 70 decir este tipo de cosas estaba ridículamente mal visto. Ha pasado poco tiempo pero parece el principio de los tiempos.
 
Son cosas que han caído por su propio peso. En los 70 no veías programas de televisión, había como una legislación que decía que un escritor no podía ver televisión... El papel que tiene hoy en la sociedad el escritor ha cambiado, también. El ha ido junto a ella. Yo creo que antes se creaba desde el conocimiento, el autor era alguien que estaba encerrado escribiendo en su cámara. Era algo como sagrado. Creo que hoy lo hacemos desde la información que recibimos todos los días. Eso lo elaboramos y lo volvemos a sacar.
 
 
¿Cómo surgió lo de “Generación Mutante”?
 
Es un nombre que dio la prensa española a un grupo de narradores jóvenes. Ninguno de nosotros tuvo la intención de hacerla, por eso fuimos los primeros sorprendidos. Lo que me interesa de todo, más allá de los nombres, es que hay una nueva generación de autores en España. Eso es lo mejor. Los puntos en común, por ejemplo, es que hacemos una lectura horizontal de la sociedad de consumo. Puedes hablar de un comic como de una publicidad y todo relacionarlo dentro de los procesos de consumo. Antes parecía que la literatura era ajena al consumo. Un escritor no podía hablar de eso porque era algo puro. En absoluto. Ponemos todos esos referentes en la literatura.
 
Hay ciertos puntos de contacto con lo que fue en América Latina lo de McOndo.
 
Sí y no. Ellos se agruparon voluntariamente y escribieron un manifiesto. Tenían una intención muy clara: “señores estamos cansados del realismo mágico”. Lo nuestro fue algo más natural, aunque sí hay una influencia de la cultura norteamericana. Partimos que el mundo ya es un mundo globalizado, sin ninguna actitud de demoler nada anterior. Simplemente decimos que existimos. Nos interesa más una fiesta que sucede en Dinamarca que lo que hay aquí al lado.  Qué se puede hacer a partir de este mundo globalizado.  
 
Esa generación se gestó con una España rica y ahora el país está en crísis. ¿Cómo se ve reflejado ese proceso?
 
Todavía es algo reciente, pero creo que  ya se está reflejando. Hay un gran sentimiento de que algo se ha roto, y que algo importante va a pasar en esta sociedad de consumo. No sé como se plasmará, pero lo que sí estoy seguro que ya no va haber marcha atrás. El consumo se ha roto.
 
¿Qué opinión tienes de los indignados?
 
La verdad que nunca hablo demasiado sobre eso, ya que tengo una opinión como la de cualquier ciudadano. No he ido a las marchas porque soy una persona demasiado individualista como para participar de muchas cosas sociales. Pero sí me parece una respuesta lógica a una situación económica que es una tomadura de pelo provocada por ciertos poderes. Creo que hoy la sensación es que España no está manejada por la política. Hay fuerzas económicas muy puntuales contra el país. No soy ingenuo: esto siempre ha sido así pero hemos llegado a un punto llamativo. Y cuando la gente está mal, dices qué pasa. Igual estoy más involucrado en problemas estéticos que sociales.    
                                                                    
 
 
                                                                                        Vera
 
 
 
 
Entrevista Agustín Fernández Mayo (El Nuevo Herald)