Pintor, músico, poeta y cineasta. En pleno siglo XXI, Luis
Eduardo Aute (Manila, Filipinas, 1943) es un hombre renacentista. En cada una
de las disciplinas artísticas que incursiona, a través de una sensibilidad
impiadosa, revela lo más profundo de aquellas emociones que modelan al ser
humano.
Es probable que su faceta como cantautor sea la más
conocida. Desde 1966 que empezó a grabar sus canciones, Aute ha forjado una
discografía que consta de 32 discos, entre ellos los ineludibles De par en par
(1979), Fuga (1982), Entre amigos (1983), Cuerpo a cuerpo (1984) y Alas y balas
(2003).
Así, Volver al agua, libro que reúne en un sólo volumen su
poesía escrita entre 1970 y 2002, es un tesoro que rescata un lado no tan
conocido en la obra de Aute.
“Con un engranaje verbal que no oculta algún débito al
surrealismo y que se inclina a veces, como un deliberado contraste dialéctico,
hacia formas coloquiales, Aute ha pasado casi sin transición del cultivo de una
lírica de cuño intimista al de una épica de extrovertidas argucias, entre cuyos
tentáculos forcejean algunos de los más abruptos y tipificados signos de una
sociedad atrofiada por su propia estulticia o su propia vileza”, ha señalado J.
M. Caballero Bonald .
Volver al agua ha sido publicado por La Pereza Ediciones,
una casa editorial que desde la ciudad de Miami promueve autores exquisitos en
Estados Unidos.
¿Cómo surgió la idea
de la publicación de Volver al agua?
La idea de la antología surgió a petición de la editorial
Pigmalión, que me propuso juntar mis tres poemarios: La matemática del espejo,
La liturgia del desorden y Templo de carne añadiendo un nuevo poema, Volver al
agua, que resumiera, de alguna manera, el corpus poético de los tres libros.
Luego entré en contacto con La Pereza Ediciones que me propuso una re-edición
de la antología con el añadido de algunos poemas inéditos. En este sentido sólo
tengo compuestos unos textos muy breves que llamo “poemigas” (por el caso de
que alguno de ellos tuviera alguna “miga” poética), y son los que se añadieron
a la antología.
Sé que incluyó
algunos poemas inéditos. Ahora bien, ¿a la hora de releer los poemas que ya
había editado, los corrigió o suprimió algunos?
Pues no, apenas corregí, muy levemente, un par de poemas. No
eliminé ninguno.
En sus poesías hay humor,
ironía, surrealismo, sentencias. ¿Falta sólo el terror?
Bueno, bueno; parece que el terror está ausente en mis
poemas, aunque hay uno que se titula El terror que producen las uñas. No sé si
ésta es la excepción que confirma la regla.
¿Por qué cree que su
faceta como poeta no es tan conocida como la de cantante, pintor o cineasta?
Supongo que será porque tengo muy poca poesía editada. Tengo
más de 400 canciones compuestas y grabadas, y también 5 entregas de poemigas
editadas por Siruela bajo el título de AnimalHada, pero lo que considero
poemas, son pocos.
¿Tiene un lugar
especial donde habitualmente escriba sus poemas?
Los poemas, (como las canciones) flotan por los aires y
aterrizan cuando les viene en gana. Se trata de estar alerta para capturarlos
sin que se dañen demasiado, y darles otros vuelos con renovadas alas, por lo
que su escritura puede acontecer en los lugares más insospechados.
¿Cree que en la
crisis social y económica que sufre hoy España la música de un cantautor puede
ser escuchada con más atención que en otros momentos?
Me parece muy interesante la pregunta, sólo que no conozco
la respuesta. Por mi propia experiencia creo que sí, hay una sensibilidad
deprimida que intenta respirar contenidos más ligados a una cada vez más
insoportable “realidad”.
¿Qué poetas suele
releer?
Leo poesía de forma muy aleatoria, pero suelo acudir, por
pura necesidad de supervivencia a muy pocos. Por citar a algunos: Paul Eluard,
J.L. Borges, García Lorca, Aleixandre, Ory, Nicanor Parra, Octavio Paz, Poe y
algunos pocos más, según el estado de desánimo.
Nació y vivió en
Manila hasta los once años. ¿Alguna vez ha regresado?
Nunca volví a Manila. Hubo tres intentos a lo largo de todos
estos años pero se frustraron a última hora, lo que interpreto que no se debe
volver a los orígenes, por algún motivo que desconozco pero temo. Tengo
recuerdos, no muchos, pero muy sólidos y muy entrañables. Casi siempre los
recuerdos de infancia no suelen ser ingratos salvo casos muy evidentes.
¿Puede ser que una
foto de su niñez sacada en El Malecón (Cuba) tiene que ver con su último disco,
El niño que miraba el mar?
Tiene todo que ver. La foto que me tomó mi hija en el
Malecón de La Habana está tomada, azarosamente, desde casi idéntica perspectiva
que la que me hizo mi padre, 68 años después. Como regalo de cumpleaños, mis
hijos hicieron un montaje con las dos fotos juntándome a mí conmigo mismo,
sentados en el malecón, mirando el mar. De ese encuentro absolutamente
imposible (aunque algunas veces tal vez soñado) surgieron las canciones del
disco El niño que miraba el mar y la película de dibujos El niño y el
basilisco.
Cree que internet
facilita que el artista sea más libre, en el sentido de no tener que estar él
atado a una discográfica multinacional o a la distribución de una obra?
Más libre, sin duda, pero con el gran inconveniente de no
poder construir una “obra” cohesionada a través de un soporte que le imprima
una existencia física, por tanto real, y no virtual.
Vera
Entrevista Luis
Eduardo Aute, El Nuevo Herald