La noticia no se hizo
esperar: un muchacho desapareció el mismo día en que daría el sí
frente al altar. La novia, vestida rigurosamente de blanco para la
ocasión, entre lagrimas, temió que alguien hubiera secuestrado al
amor de su vida. O peor: que hubiese sufrido un accidente. Así que
todos los medios de la Argentina se ocuparon de la noticia.
A los pocos días,
finalmente, el novio fue encontrado en un hotel de Rosario. El motivo
de su huida –a partir de ese momento la prensa lo catalogó como
“el novio fugitivo”– fue porque había hecho mal las cuentas y
no llegaba, no podía pagar el monto de la fiesta. Entró en pánico
y se escapó.
El incidente me hizo
recordar a un viejo amigo, que hace años que ya no veo, y al cuento
“Noche terrible”, de Roberto Arlt. Y también, a cierta culpa que
me rondó en su momento. Mi amigo, que aquí por discreción se
llamará Fernando, era un tipo despierto para la electrónica. De
hecho, había ido a un colegio industrial, bastante exigente, y se
había recibido con buenas notas. Pero poco y nada había leído de
literatura. Así que era yo quien le sumistraba libros en esa primera
juventud compartida, aunque Fernando me llevara unos cuantos años.
No todo lo que le daba le
gustaba. Como en aquella historia de Henry James, las elecciones de
mi amigo de manera invisible, aunque marcada, trazaban un dibujo, una
genealogía que desechaba a algunos y agrupaba a Cortázar, Arlt y
Ernesto Sábato.
Esos libros eran una
buena compañía para el viaje que Fernando emprendía los fines de
semana, cuando visitaba a su novia que vivía en la zona de Tigre. Al
caer la tarde lo acompañaba a la estación de Barrancas de Belgrano.
Hablábamos de mujeres y también de libros. A veces, ante un
problema sentimental, nombraba “Noche terrible”. “Haber si un
día yo hago lo mismo”, decía con una sonrisa.
La historia de Arlt se
publicó por primera vez — según la biografía de Sylvia Saítta
El escritor en el bosque de ladrillos — en Mundo Argentino, el 26
de agosto de 1931. Es parte de El jorobadito, primera recopilación
de relatos del autor. Publicado en 1933, el libro incluye nueve
contundentes e inspiradas historias del mundo arltiano, como Ester
Primavera, Las fieras, El jorobadito y La luna roja.
“Noche Terrible”
explora el miedo que siente Ricardo Stepens a pocas horas de casarse.
El reloj empiezar a dar la vuelta, y antes del alba, el joven deberá
decidir si finalmente acepta una vida burguesa o se escapa a ese
destino.
Mi amigo continuó su
romance y a fuerza de una cotidianidad exasperada logró que su nueva
familia lo acepte. En cada reunión especial, como el cumpleaños
de uno de los hermanos mayores de su novia o para Navidad, Fernando
levantó la copa. Los paseos domingueros por la plaza de San Isidro,
el cine con los films del momento, que a veces se intercalaban con
algún ciclo de películas iraníes –en una época hicieron estrago
en Buenos Aires–, las manos furtivas, los cuerpos apoyados contra
el muro de una casa mal iluminada, los dedos impregnados del perfume
primitivo… Todo eso vivió Fernando y mucho de aquello rememora
Stepens en su noche terrible. Aquí y allá, como se ve, los
enamorados siempre condescenciedientes con el lugar común.
Pasó el tiempo. Mi
amigo cada vez más próximo a los cuarenta, una edad donde lo que es
promesa si no se hace realidad entra en fracaso. Su novia le pidió
que se casaran. Con diez años de noviazgo ya era tiempo de
“formalizar”, y que silencioso vinera lo otro: auto, hipotéca,
hijos –en el mejor de los casos solo uno–, niñera, colegio
privado, clases de música o ballet, vida de clubs, domingos tediosos
pero navidades hermosas.
La novia puso fecha de
casamiento y se empezó a organizar la fiesta, el hotel de luna de
miel, el departamento, “el nidito de amor”: punto de partida para
todo lo demás.
Todo esto lo supe ya en
Estados Unidos. Dicen que la noche anterior a la boda Fernando
temblaba de miedo, lloraba, le confesaba a la madre que no quería
casarse. Apenas si con lo que ganaba podía alquilar la casita donde
vivían. La familia de la novia se había hecho cargo de la fiesta,
como de casi todo.
A la hora de la boda,
Fernando no apareció. El padre junto al hermano mayor lo fue a
buscar con un revolver para que entrara en razón. En la casa le
dijeron que se había ido, y que no sabían adónde. Fernando nunca
más se tomó el tren a Tigre como jamás volvió a hablar con la que
era su novia. Esta historia ya es parte del anecdotario del barrio.
Como en las peliculas de
Holywood, la historia del novio fugitivo tiene un final feliz. En
pocos días se casarán en la Iglesia de Fátima. “Ya lo perdoné
y crecimos como pareja. Él reconoció su error, y eso lo hizo crecer
como persona. Entiendo el miedo que puedo llegar a sentir nuevamente
ante su ausencia”, ha dicho la mujer que tiene una relación con el
joven desde hace cuatro años y crían una niña de tres.
Por el número de
comentarios que ha tenido la noticia en los foros de Interntet, se ve
que a la gente el tema le ha interesado mucho. Han tenido una activa
participación que, no lo dudo, aumentará cuando se reproduzca la
nota del día del casamiento y por fin la fiesta. Pero como dice el
tango “Naranjo en flor”, después, ¿qué importa del después?
Vera
Artículo sobre Art y el novio fugitivo, Sub-Urbano.com