Monday, March 10, 2014

Sergio Ramírez: el arte de contar historias con libertad


Sergio Ramírez ha tenido muchas vidas: fue militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) –que derrocó al dictador Anastasio Somoza–, vicepresidente de Nicaragua como compañero de fórmula de Daniel Ortega en 1984, y director del periódico El Semanario de Managua.  Ahora todo eso es parte del pasado. Lo único que ha quedado inalterable es su compromiso con la literatura: difícilmente se puede decir que uno sea “ex escritor”.

Con Flores oscuras el autor incursiona, otra vez, en el cuento, aunque algunos de los doce textos reunidos en este volumen tengan algo de crónica periodística y ensayo personal. En este sentido el escritor profundiza una línea en el arte de contar historias donde los márgenes que delimitan los géneros literarios quedan difusos. A diferencia de otros que intentan desestructurar estos límites,  Ramírez tiene el talento para narrar un hecho –a veces que roza la anécdota o el chisme– y hacerlo escrupulosamente atractivo: no necesita elevar la voz o utilizar adjetivos estridentes. 

"Levantó la losa que cubría el sarcófago de la momia, pero se hallaba vacío. La momia debe andar vagando a estas horas por el mundo, dijo el Jefe, volviendo a colocar la losa. ¿Qué manda entonces?, preguntó Tito, golpeándose el pecho con el puño. El Jefe caviló antes de responder: retírese que deseo meditar", escribe Ramírez en “La cueva del trono de la calavera”, y el enigma se amplifica, le da un aire más grave, con la vitalidad de su prosa.

También en estas historias el Premio Alfaguara de novela 1998 reflexiona, contrapone datos, revela secretos políticos y, sobre todo, describe  Centroamérica, una región que ha quedado relegada a las noticias policiales.   Ramírez  escapa al lugar común y mientras narra su intención es menos una mera postal de la actualidad que un recorrido por la vida de personajes que han quedado como meras notas al pie en los pliegues de la Historia, torpemente.

“Abott y Costelo”, por ejemplo, es la reconstrucción de lo que padeció el inmigrante nicaragüense Natividad Canda.  El joven, que había entrado a robar un taller mecánico en Costa Rica, es sorprendido por dos perros rottweiler. Durante más de dos horas, y ante la mirada fría de los guardias de seguridad, el dueño del local y la policía, los animales despedazan a Natividad hasta dejarlo poco menos que una mancha de sangre.

Casi diez años después, el escritor revisa los expedientes del juicio en que todos los involucrados quedaron libres de cargos,  entrevista a veterinarios y a médicos, y viaja finalmente al pueblo donde creció el joven para entrevistar a sus hermanos y su madre. Según el veredicto del juez, escribe el autor, “el salto de un perro rottweiler es más rápido que la velocidad de un disparo, por lo que resulta imposible que una bala lo alcance mientras se halle en movimiento”.  Los dos perros,  Abbott y Costello, tampoco se sacrificaron. 

Tal vez porque los protagonistas de estas historias estén enjaulados en una región que destila no sólo violencia sino los fantasmas tangibles que ella ha propiciado –inequidad social, corrupción, desdén por el mañana– el autor haya elegido el sutil mecanismo de fundir géneros, trabajarlos con una libertad absoluta hasta crear relatos no menos convincentes.

 
                                                                                                  Vera
 

Review Flores oscuras, Sergio Ramirez (El Nuevo Herald)