Por más que la escritora Esmeralda Santiago
resida en los Estados Unidos desde hace décadas, su obra entabla un diálogo
perpetuo entre el país adoptivo y la tierra de su infancia, Puerto Rico. Santiago escribe sobre lo traumático que
suele ser abandonar una cultura y tratar de adaptase a otra. Es como aquel que
deambula en una habitación a oscuras: despacio, con una sensibilidad
desesperada por entender cuál es en verdad el significado de las formas con las
que se topa en el camino. Desde que debutó en 1994 con el libro de memorias Cuando era
puertorriqueña (When I Was Puerto Rican) se convirtió en una escritora que
consiguió un espacio en esa gran biblioteca que es la de los autores hispanos
(o de origen) que viven en los Estados Unidos.
Más allá de la etiqueta, posiblemente incómoda
como cualquier otra, aunque muy entendible si se vive en este país, el corpus
de esa biblioteca es felizmente heterogéneo, en edad e idioma: Sandra Cisneros
(México), Julia Alvarez, Junot Díaz
(Rep. Dominicana), Oscar Hijuelos, Alma Flor Ada, Antonio Orlando Rodriguez
(Cuba), Jaime Manrique (Colombia), Daniel Alarcón, Salvador Luis (Perú),
Edmundo Paz Soldán (Bolivia), Ernesto Quiñonez (Ecuador), y la lista continúa
en un interesante etc.
Académica de carrera –estudió en el Sarah
Lawrence College, de New York, y la Universidad de Harvard–, Santiago también
ha publicado la novela El sueño de América (America's Dream), los libros
de memorias Casi una mujer (Almost a Woman) y El amante turco
(The Turkish Lover), el libro para niños Una muñeca para el Día de Reyes (A
Doll for Navidades) y varias antologías, entre ellas la agradable Las Christmas: escritores
latinos recuerdan las tradiciones navideñas (Las Christmas: Favorite Latino
Authors Share Their Holiday Memories).
Su nuevo libro se
llama Conquistadora, una obra de quinientas páginas en la que un elenco
de personajes secundados por la protagonista Ana Cubillas emprende ese viaje al
fin de la noche (en este caso una hacienda heredada en Puerto Rico) en el que
no falta la codicia, las intrigas decimonónicas y el amor como letal conjuro
contra la banalidad de la existencia. La novela empieza cuando Ana, que desde
niña en España tenía una gran curiosidad por Puerto Rico gracias a la lectura
de los diarios íntimos de un familiar que había viajado hasta allí, logra por
fin trasladarse a la isla. No lo hace sola: convence a los hermanos gemelos
Ramón e Inocente Argoso, quienes tienen una relación dependiente casi enfermiza. Una vez en tierra extranjera,
como todo buen relato, la aventura no se
hace esperar. El escritor Oscar Hijuelos
comentó: “Es una historia inolvidable que ilustra y deleita, con una narrativa
entretenida y de profunda sensibilidad”.
Su anterior trabajo era un libro de memorias, El
Amante Turco. Ahora publica una novela histórica de quinientas páginas.
Para algunos podría ser un capricho parcial la elección del tema, aunque sin
duda entre una y otra obra hay conexiones.
–Por supuesto. Conquistadora surgió de
una investigación y de mi interés por mis antecedentes familiares. Conocí a mis
abuelos maternos y paternos pero más allá de ellos no tenía mucha
información. A ellos los entrevisté para
que me contaran cómo eran esas épocas, y cuanto más sabía, más me interesaba.
Empecé a escribir la novela para tratar de capturar una historia que en verdad
no conocía. Decidí entonces inventar lo que faltaba, lo que nunca iría a saber
bien.
La protagonista de la novela es una
transplantada. Se crió en España pero es en otra tierra donde decide hacer una
nueva vida, una por cierto radicalmente opuesta. Su historia es bastante
parecida...
–Sí, conozco ese tema (se ríe). Esa ha sido mi
vida. Cuando uno se va o lo “traen”, como fue mi caso, de Puerto Rico a Estados
Unidos, es algo traumatizante, algo que tiene un gran impacto en la vida.
En el caso de Ana desde un primer momento quiere
marcharse de España, pero a medida que se integra al nuevo lugar y se
materializa ese concepto, la realidad se vuelve hostil.
–Ella se sorprendió de Puerto Rico. Ana venía
con una idea romántica en base a lo que había leído en esos diarios y cartas
dejados por sus antepasados que habían sido conquistadores. Y claro, esas
cartas en verdad no decían mucho, en tal caso, decían lo que ellos querían que
las familias supieran. Relataban una historia con mucho de ficción. Sin
embargo, cuando se da cuenta, Ana no le tiene
miedo al trabajo. “Si eso es lo que tengo que hacer, lo haré”, se dice a
sí misma.
Muchos
podrían asegurar que Ana fue una mujer adelantada a su tiempo: hizo siempre lo
que quiso. ¿Qué piensa al respecto?
–Fijate qué cosa: cuando una autora escribe algo
diferente a lo conocido en la literatura del siglo XIX, pues entonces pensamos
en todo lo que las mujeres hemos logrado.
Pero en verdad yo creo que hubo mujeres como Ana en esa época, pero no
nos han llegado sus diarios ni sus
novelas. Siempre ha habido personajes como Ana, lo que pasa que ahora la
estamos descubriendo.
El
tema de la esclavitud también aparece en la novela.
–Me interesa mucho la historia. Creo que cuando
nosotros los puertorriqueños escribimos sobre la experiencia de estar en
Estados Unidos lo hacemos generalmente sobre algo muy reciente, cerca del siglo
XX en adelante. Pero la historia de Puerto Rico comienza antes de la invasión
norteamericana en 1898, y nosotros, los que especialmente vivimos aquí, no
tenemos mucha información de esos años, de lo que en verdad pasó. Cuando empecé
a investigar y escribir sobre esta novela, me di cuenta que no sólo era
interesante para mí sino para mucha otra gente que pudiera tener una idea de la
isla. Hubo mucha agitación durante esos años.
¿Qué tan difícil es publicar una novela para un
autor puertorriqueño?
–Todavía es difícil entrar a los Estados Unidos.
El primer obstáculo es que aquí los lectores buscan novelas en inglés. Ahora
algo está cambiando en las editoriales, ya que hay un poco de confusión por los
grandes adelantos tecnológicos y la industria del libro no es ajena a ello. Por
supuesto que debería haber más traducciones de nuestros autores y de los
latinoamericanos. Es algo que necesitamos.
Cuando se traduce se llega a más público. No sólo a un puertorriqueño o
mexicano, para dar un ejemplo, le interesan los temas de su país. Hay un
público que desea saber más de otras culturas.
A diferencia de otros autores de origen hispano,
usted es completamente bilingüe, habla y
ha escrito artículos y ensayos en
español. ¿Por qué no una novela?
–Lo que pasa es que aquí en los Estados Unidos
tengo dos editoras y ninguna sabe español. Entonces es más fácil la cuestión de
que todo sea en inglés, hay más posibilidades para que se publique. Además, si
escribo una novela en español tengo que esperar como tres años para que
finalice la traducción. Es un proceso muy largo. Por otra parte, mi vida se
realiza el 95 por ciento en inglés. Cuando empiezo a escribir lo hago en inglés
y español, son mis primeros intentos, pero cuando ya tengo que decidir qué
novela voy hacer, entonces lo hago en inglés. Para mí se ha convertido en algo
más fácil, también.
Vera
Entrevista Esmeralda Santiago(El Nuevo Herald)