El
sábado a la tarde llovía, lo que en Miami es suficiente para que la
gente prefiera quedarse en la comodidad de su casa y ver una serie de
televisión. Sin embargo la librería Books and Books de Coral Gables
estaba repleta de lectores. ¿Motivo? El escritor y periodista
español Arturo Pérez-Reverte, un best seller dentro y fuera de su
país, presentaba What
We Become (Atria
Books), la versión en inglés de El
tango de la Guardia Vieja
(Penguin Random House).
La novela, que es la
décimocuarta del autor, tiene como protagonistas a Max Costa y Mecha
Inzunza –él un ladrón y bailarín de tango; ella una dama hermosa
y de la alta sociedad–, que a lo largo de 40 años del
convulsionado siglo XX viven una historia de amor tan pasional como
trágica. Como fondo de esta historia que no olvida la aventura, un
elemento que siempre acompaña la narrativa del español, aparecen el
tango, las ciudades de Buenos Aires y Niza, la Guerra Civil Española
y los años de la Guerra fría.
Pérez-Reverte
es conocido por el público más joven como el autor de la saga Las
aventuras del capitán Alatriste, un verdadero éxito de ventas.
Novelas como El
maestro de esgrima,
La
tabla de Flandes
y El
club Dumas
fueron llevadas al cine. Es miembro de la Real Academia Española y
ejerció como reportero de guerra durante 21 años.
¿Tardó más de
20 años en escribir esta novela?
Hay novela rápidas
y novelas cortas. Y ésta fue larga. La empecé a escribir hace más
de veinte años y a las pocas páginas me di cuenta que no estaba
funcionando, y la dejé dormir. Entendí que era demasiado pronto
para esta novela: necesitaba más vida, más edad, más experiencias,
más canas en la barba y arrugas en la cara. Llegó ese momento y la
escribí.
El
tango de la Guardia Vieja
tiene un cierto clima de film noir. ¿Quiso darle algo de ese
espíritu a la novela?
No exactamente. La
historia habla sobre una Europa que ya no existe. Una Europa que poco
a poco fue desapareciendo. Esa Europa yo la recuerdo en blanco y
negro. No son deliberados estos recuerdos, ni mi sensación ni mi
infancia, lo que me contaba mi abuelo ni las fotografías en casa de
mis padres. Las fotos de bodas de ellos. Mi madre era una mujer muy
elegante, bailaba muy bien. Todo eso lo recuerdo en blanco y negro. A
la hora de recrear la historia no he podido evitar que ese blanco y
negro esté presente de una manera estética en toda la novela.
La historia está
situada en diferentes ciudades y también hay hechos históricos. ¿Se
documentó?
Hay escritores
cazadores y escritores recolectores. El recolector es aquel que está
en un territorio del que no se mueve más que con la imaginación; el
cazador es aquel que sale fuera a la vida a moverse, que va cazando:
viaja, ve, vive. Yo soy ese tipo de escritor. Fue reportero muchos
años y pasé la vida afuera. Para mis novelas yo viajo a esos
lugares, me documento, hablo con la gente. Saco fotografías, tomo
notas, leo libros, voy a los hoteles. Cada lugar que sale en mis
novelas yo he estado en él. Esa parte de realidad es la que llevo
siempre a las novelas.
En
El
tango de la Guardia Vieja
hay una historia de amor muy fuerte. ¿Cómo se hace para trabajar
ese sentimiento y no caer en lo cursi?
Es que yo no soy
cursi. No podría caer en lo cursi. Solamente un escritor cursi cae
en lo cursi, pero la vida que yo llevé fue muy ruda en una época
muy dura en mis veinte años de reportero. He vivido, he leído, y
tengo una biografía compleja, pero no hay nada cursi en esa
biografía. Incluso mis recuerdos de amor en mi vida no son nada
cursis. El amor solamente es cursi cuando quienes lo practican son
cursis. Pero cuando son personas con una biografía diferente el amor
corresponde con la vida del que lo siente. Aparte soy un escritor
profesional, sé evitar los peligros, o lo intento. No es una novela
sentimental. El amor tiene una parte importante, pero no es una
novela de amor. Es una de aventuras.
El protagonista
es bailarín de tango. ¿Usted sabe bailarlo?
Sí. Y mi padre
nació en una época en la que era fundamental saber bailar tango
para conocer chicas guapas. De hecho conoció a mi madre en un baile
de tango. El tango ha estado siempre en mi familia como una especie
de mito, de referencia, de broma familiar. El tango como parte de la
vida. El tango como único acto sexual que puede hacerse vestido y de
pie. Eso ha estado muy presente en mi vida desde niño. Escuchaba
cantar tango a mi padre cuando era joven, lo vi bailar tango. Mi
padre era un hombre muy elegante al que utilizo como modelo para el
protagonista de la novela. Me ha sido entonces muy fácil utilizar el
tango como elemento en la historia.
La última novela
del capitán Alatriste es “El puente de los asesinos” (2011).
¿Hay proyectos para que regrese?
Alatriste es un
compañero al que le tengo mucho afecto. Me ha ayudado a explicar y
entender muchas cosas de España y lo hispano, eso incluye a América.
Lo que pasa es que ya hay siete novelas. Voy a seguir, pero decidí
dejarlo descansar un poco, hacer otras cosas y luego volver. Ha
llegado a ser un personaje tan familiar para los lectores que ellos
ya me exigen cosas de Alatriste que soy incapaz de dar. Por eso me
siento muy responsable de él.
¿Le
gustó la adaptación televisiva de La
reina del sur?
Me gustó. Era una
novela pura para adaptar al público de telenovelas. Ahora se está
haciendo una segunda versión en inglés. Estoy muy contento con esa
historia porque es un trabajo que trascendió la novela. Y ahora la
gente cree que existió de verdad. Uno va a México y hablan de
Teresa Mendoza como si hubiera existido. Los narcos la leen. El Chapo
Guzmán estaba viéndola cuando lo detuvieron.
Con respecto al
tema del narcotráfico, ¿cree que una de las soluciones sería la
legalización de las drogas?
Es más complejo. Me
inclino por la legalización, pero una controlada. Es decir, no
libertad de narcotráfico y de narcóticos. Hay drogas muy
peligrosas, hay partes del narcotráfico que son peligrosas y otras
que no lo son tanto. Habría que negociar una solución
satisfactoria. Sin duda, una mayor dosis de realidad a la hora de
legislar sobre el narcotráfico permitiría eliminar algunos
elementos muy críticos y muy peligrosos del negocio de las drogas.
¿A veces no
tiene ganas de volver al frente de batalla?
No, es un trabajo
para jóvenes. Ahora tengo 64 años y ya la vida que llevé me pasa
factura. Pero cuando era joven fui muy feliz como reportero porque
viví en muchos países, en muchas guerras, muchas aventuras. Y sobre
todo, mi trabajo me dio una mirada, una forma de mirar el mundo. Una
experiencia vital, esa biografía con la que ahora escribo novelas.
Soy lo que soy ahora porque fui lo que fui de joven. Fue una vida
intensa que recuerdo con mucho afecto pero ya no tengo ni edad, ni
salud ni ánimo para vivir esa vida tan dura.
¿Es optimista
con la situación en España?
Soy pesimista con
respecto a Europa no sólo con España. Creo que hay un modelo de
Europa, como referente moral del mundo, de Derechos Humanos y de
libertades, esa Europa moderna y que iluminó el mundo incluido a
América, hoy esa Europa está en decadencia. Vienen tiempos oscuros.
Ya ha pasado la etapa. Es un continente viejo, con pocas
posibilidades de ser lo que fue y creo que la fuerza está en otros
lugares. Europa es un museo de la libertad y el derecho humano, de
los derechos del hombre. Está quedando cada vez más atrás en el
tiempo. Es un momento triste. En Europa están apagando la luz.
Vera
Entrevista Arturo Pérez Reverte, El Nuevo Herald