Wednesday, February 24, 2016

Paquito D'Rivera: boleros en un noche de jazz



El bolero es parte de mi vida. Y también es una forma de vivir, afirma Paquito D'Rivera para el Nuevo Herald. “Siempre me llamó la atención, ya que es un género que me ha dado espacio para improvisar. El mítico compositor y saxofonista cubano, ganador de catorce Grammy Awards, integrante alguna vez de la banda de Dizzy Gillespie, se presenta en la ciudad de Miami con un show que rinde tributo a un género que, aunque anclado en el Caribe, se ha ganado el corazón de los oyentes alrededor del mundo.

Gabriel García Márquez decía que él admiraba más a un músico de bolero que a un novelista. El escritor necesita trescientas páginas para definir una situación, desarrollarla y llegar a algo interesante, pero los grandes boleristas sólo necesitan un par compases”, afirma el artista que nació un 4 de junio de 1948 en La Habana y ha grabado más de treinta discos.

A pesar del tiempo que siempre corre veloz y el avance de la tecnología, que desarrolla nuevas formas de comunicarse entre la gente, el bolero nunca pasa de moda, es un género que une a muchas generaciones. Por eso, en el show del sábado en el Adrienne Arsht Center junto con el enorme Paquito D'Rivera se presenta la artista Lucrecia, sin duda, una de las nuevas voces referentes de la música cubana en el Siglo XXI.

Ella es una artista muy alegre. Y a mí ese tipo de gente con sentido del humor me gusta muchísimo, dice con admiración el músico de jazz latino. “Además, el primer instrumento que tuvo Lucrecia antes de la voz fue el piano. Es decir que es una persona que sabe muy bien armónicamente lo que debe hacerse. Tiene un gran conocimiento de la música. Eso para un artista es algo muy importante.

Así, entonces, con un show denominado simplemente Bolero, estos artistas ofrecerán un repertorio ilustre, con las canciones compuestas por los más renombrados exponentes del género, como Rafael Hernández, Agustín Lara, Ernesto Lecuona y Rolando Laserie.

En este espectáculo tenemos pensado en algún momento con Lucrecia hacerle un homenaje a quien cantó el bolero de manera completamente distinta: Rolando Laserie. Fue un cantante de tangos que luego hizo boleros. Casi no se habla de él de la manera que se debería hacer. Es una persona muy importante”, informa Paquito, para completar que también incluirá en el repertorio canciones de su más reciente álbum, Paquito D'Rivera plays the music of Armando Manzanero (2015). El disco se grabó en la ciudad de New York y incluye clásicos del compositor mexicano como Esta tarde vi llover”, Somos novios” y Te extraño”.

Como tantos otros artistas que en el exilio se descubren latinoamericanos, Paquito confiesa que aprendió a querer mucho más la música cubana fuera de su patria. “En Cuba sólo quería escuchar música americana. Yo pienso que era una forma de rechazo al nacionalismo enfermizo que crean los sistemas totalitarios. Entendí aquella frase de Lidia Cabrera: "yo descubrí Cuba a orillas del Sena". En mi caso, la descubrí a orillas del río Hudson”.

Paquito D'Rivera abandonó la isla en mayo del 1980 y nunca más regresó. Sobre los cambios políticos entre Estados Unidos y Cuba, el artista opina: ¿Cómo se va arreglar el país con la gente que lo destruyó? Para mí esto es como encargarle la reconstrucción de Europa a Adolfo Hitler. Hay que llamar a elecciones. Más de medio siglo haciendo lo incorrecto, ¿cómo ahora le van a dar la oportunidad a esa gente que ya tiene como 90 años? A mi todo esto no me entusiasma. Ha pasado un año y como dice el bolero, el cuartito está igualito”.

                                                                                         Vera


Entrevista Paquito D'Rivera, el Nuevo Herald


Thursday, February 11, 2016

Jonathan Coe, escribe sobre secretos de mujeres



Jonathan Coe (Birmingham, 1961) renunció con elegancia a la corona de la fama y la publicidad literaria que sí aceptaron Martin Amis, Salman Rushdie y Julian Barnes, una generación de autores ingleses de reconocimiento planetario. La renuncia, es claro destacar, no ha lastimado el prestigio de verdadero artesano de la novela que es Coe, al contrario, se podría afirmar que el estar en la línea de sombra le ha sentado demasiado bien, con novelas cargadas de helada ironía como ¡Menudo reparto! (Premio John Llewellyn Rhys) y La casa del sueño (Premio Writer’s Guild Best Fiction y, en Francia, el Médicis Extranjero).

La lluvia antes de caer (Anagrama) no tiene el humor ni la maldad de sus trabajos anteriores, aquí el eje de estos atributos se corre a una historia íntima, de madres e hijas que cubre un arco de medio siglo que incluye la Segunda Guerra Mundial, la ciudades de Londres y Toronto y el sur de la campiña francesa de años recientes.

La anciana Rosamond, protagonista de esta delicada novela, fallece en la más completa soledad. “En el cementerio se extendía un césped de un verde más claro (roto solamente en algunos sitios por afloramientos de piedras cubiertas de musgo y de líquenes), donde las lápidas se alzaban discretamente o sobresalían a veces en ángulos curiosos, dejadas de la mano de Dios”, reflexiona el narrador omnisciente de la primera parte de La lluvia antes de caer. “Detrás de ellas, en aquella débil luz otoñal, se elevaba la torre de la Iglesia de Todos los Santos, de un color castaño rojizo, achaparrada, atemporal, con las agujas doradas de la esfera de su reloj, paradójicamente relucientes y bruñidas, marcando casi las once. Las paredes de ladrillo eran irregulares y desiguales, como el típico enlosado de las iglesias. Y había grajos anidando en las torres del tejado”.

Rosamond fallece en la más completa soledad, decíamos, lo que significa que poco y nada sabe su sobrina nieta Gill de la septuagenaria, salvo que para su sorpresa, ha dejado como herencia varios cassettes donde con su propia voz describe veinte fotografías tomadas a lo largo de toda una vida.

Las fotografías, en verdad, tienen una única destinataria: Imogen, una joven ciega. En caso de que Gill no logré hallarla, puede escuchar las cintas. Rosamond –Jonathan Coe– tiene la astucia del narrador clásico que muestra un poco y lo demás lo sugiere, como un juego de sombras chinas. A modo de un arcón que se abre a una avenida poblada de fantasmas y secretos, esos cassettes contienen la voz de una mujer sabia que describe un mundo pretérito, distante del obsceno ruido del siglo XXI.

Coe es un maestro generoso de los climas y el color, cada palabra es puesta como si fuera una delicada piedra en un rosario de detalles preciosos. La herencia de una familia, recuerda el autor inglés, no es el lazo sanguíneo ni el dinero sino las historias que nos representan. La lluvia antes de caer es una novela que posee una intimidad que se asemeja a disfrutar un buen libro con una taza de té mientras el cielo presagia la lluvia inevitable.

                                                                                                                                                                                 Vera



Review La lluvia antes de caer, Jonathan Coe, El Nuevo Herald