Thursday, November 14, 2013

SAN MESSI

                           


Hace unos meses la tapa del Time tenía a Lionel Messi como único protagonista, algo no tan raro si se tiene en cuenta que el futbolista argentino radicado en Barcelona es el mejor jugador del mundo. En todo caso, lo peculiar de la edición de la revista americana era el epígrafe que comentaba que siendo un ídolo indiscutido de la pelota aún en su país no lo querían del todo. El análisis de esa paradoja es uno de varios que encierra la reciente publicación de Messi (Vintage Español), la biografía escrita por el periodista argentino Leonardo Faccio, un relato vertiginoso de la vida no menos vertiginosa de una estrella del deporte siglo XXI.

Lionel Messi está en ese Olimpo donde sólo unos pocos han accedido: Pelé, Di Stéfano, Cruyff y Maradona. Pero a diferencia de ellos, Messi trata de que su vida privada quede en la sombra de lo que se ve todos los domingos por la televisión. La tarea de Faccio fue viajar hasta el corazón de esas tinieblas y traer una vida con grises, con los matices de que están hechas las personas y aún los ídolos. Por su libro nos enteramos de que Messi vive cada una de las derrotas de la Selección Nacional de su país como una trompada en la cara que lo hace tumbarse en el sofá de su casa durante horas. O que cuando no tiene una pelota a su alcance, el mejor antídoto a su aburrimiento -un joven de 24 años que gana millones de dólares al año- es jugar con el PlayStation.


Para esta biografía en la que hablan más de una centena de personajes, Faccio tuvo que hacer varias veces el trayecto Barcelona-Rosario, las dos ciudades que han sido vitales para el jugador. En la primera recibió una educación deportiva a través del Barça, toda una institución y fábrica de jugadores de fútbol. En la segunda, una educación sentimental que se ve reflejada, entre otros datos, en los amigos que Messi supo hacer en los años de infancia y adolescencia y que son los que sigue manteniendo en la actualidad. 
   

La historia de un ídolo no es tal si no hay en ella una serie de problemas a resolver. Sin ellos habría demasiados dando vueltas por ahí. A los 11 años Messi medía un metro y 30 centímetros, lo mismo que un niño de 9. El diagnóstico del médico fue contundente: “déficit de la hormona de crecimiento”. Para que Messi creciera debía recibir en las piernas una dosis diaria de somatotropina sintética. El tratamiento inyectable costaba 1,000 dólares mensuales, más de la mitad de lo que ganaba su padre. Ningún club de la Argentina quiso pagarle el tratamiento. De España llegaría la buena noticia: el FC de Barcelona aceptaba hacerlo. Pero debía mudarse a esa ciudad. A los 13 años Lionel Messi hace las maletas y debe abandonar su país. El resto de la historia está todos los domingos cuando Messi sale a la cancha y en la inteligente biografía de Leonardo Faccio.



                                                                                       Vera



Review, Messi: el chico que siempre llegaba tarde, Leonardo Faccio (El Nuevo Herald)