Wednesday, October 16, 2013

Edgardo Cozarinsky, los relatos heredados



Los cuentos no se inventan, se heredan”. De esta manera empezaba El rufián moldavo, primera novela del escritor, cineasta y crítico Edgardo Cozarinsky. Luego de una enfermedad que lo tuvo convaleciente a punto de quedar paralítico, el artista argentino decidió escribir ficción, ya que hasta ese entonces se había dedicado a diversos géneros como el ensayo y la crónica, como el fronterizo Vudú urbano –prologado por Susan Sontag y Guillermo Cabrera Infante–. A partir de esa novela editada en el 2004, Cozarinsky siguió publicando otros trabajos no menos inteligentes y de una prosa, como señaló algún periodista cultura, old fashioned.

Esas obras tenían locaciones en Alemania, Francia o Argentina como lo atestiguan Lejos de dónde, La tercera mañana y Maniobras nocturnas, respectivamente, pero siempre respetando como un dogma aquellas primeras palabras de su debut. Dinero para fantasmas, en cierto modo, se funde en el mismo discurso. La novela es el relato de los jóvenes estudiantes de cine Martín Gallo y su novia, Elisa, y el viejo director Andrés Oribe. Una tarde en que Martín busca un tema o personaje que pudiera serle útil para el primer trabajo práctico que le han asignado en la escuela de cine, en el café La Amistad se topa con el realizador.

Hace años que Oribe es un una figura esquiva, un hombre cansado de las miserias que suelen rodear a las actividades artísticas, pero sobre todo de sí mismo. Eligió menos como una introspección – hoy se diría “búsqueda personal”– que un juego en que las máscaras tienen mucho que ver, exiliarse a la parte Sur de la ciudad de Buenos Aires, aquella zona marginal que Borges disfrutaba caminar en su juventud: los amigos y relaciones profesionales del cineasta no frecuentan esos barrios, al contrario, su vida burguesa los espanta de donde abundan la prostitución y la venta de drogas, los inmigrantes del resto de América Latina y una parte de la clase media argentina, hoy empobrecida.

Alumno y maestro nunca llegarán a conversar. Pero los cuentos no se inventan, se heredan, y así el joven cineasta, gracias al camarero de La Amistad, obtiene unos cuadernos. Son los papeles personales de Oribe. En una de sus páginas, Martín lee: “Hay ojos que parecen abrirse al mundo, ávidos, expectantes; nos dejan creer que nos estaban esperando, que podemos hundirnos en su mirada como en un abrazo tibio. Otros en cambio oponen una mirada sin promesa, nos disuaden de intentar algún acceso, como si protegieran un secreto cuya existencia sugieren y al mismo tiempo nos advirtieran que nunca nos dejarán entreverlo”.

Los papeles de Oribe, como una estructura de cajas chinas, que se envuelven unas a otras, revelan otras historias que hacen sumamente más rica Dinero para fantasmas. Es cuando el relato salta en el tiempo y el espacio para situarse en Berlín. El cineasta pasea por una ciudad que visitó en su juventud. La memoria, siempre fragmentaria y selectiva, lo devuelve a un tiempo en que el mundo estaba dividido por el comunismo y capitalismo, dos visiones de pensar la vida que se enfrentaban en la llamada Guerra Fría. “Las altas torres de vigilancia, los espejos que se pasaban bajo los automóviles en busca de algún clandestino, la obligación de vaciar los bolsillos para declarar hasta el último pfenning, todo lo que hacía a la sordidez cotidiana de la ciudad dividida se vestía ante mis ojos de un encanto de ficción barata”. En medio de esos recuerdos, una historia de amor que se entrecruza con el mundo de la prostitución juega una función sustancial en la novela.

En poco menos de diez años Edgardo Cozarinsky ha formado una obra sólida, que entre libros de ensayos, criticas de cine y cuentos se ubican en un lugar central las novelas El rufián moldavo, Maniobras nocturnas y ahora Dinero para fantasmas



                                                                                               
                                                                   Vera    



Review Dinero para fantasmas, Edgardo Cozarinsky (El Nuevo Herald)