Wednesday, June 5, 2013

Rodrigo Rey Rosa, Guatemala feroz


Como Borges, Roberto Bolaño es de esos autores al que debe volverse una y otra vez para entender y disfrutar la literatura contemporánea escrita en español. Y como Borges, también, las opiniones literarias del escritor chileno fallecido en el 2003 en Barcelona, no son menos polémicas, generosas, pero siempre lúcidas. A Bolaño le gustaban las historias de Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1954). De él dijo que era “un maestro consumado, el mejor de mi generación”.

Rey Rosa escribió la mitad de su obra en Tangér. En esa ciudad marroquí –previa estadía en New York donde estudió cine– conoció al escritor norteamericano Paul Bowles, autor de The Sheltering Sky. Fueron amigos y con el tiempo Rosa su traductor al español y albacea literario. Hace diez años regresó a Guatemala donde publicó, entre otras, las novelas Piedras encantadas (2001), El material humano (2006), Severina (2011) y este año Los sordos.

Las historias están escritas en un tono si no sereno, en buena medida de una sencilla elegancia. El comienzo de Los sordos es contundente: un niño sordo indígena y la hija de un banquero desaparecen. Con este incidente, Rey Rosa desarrolla los conflictos actuales –pero enquistados en un pasado lejano– de la sociedad guatemalteca: violencia, corrupción política, choque de clases, incomunicación.


Habitualmente sus novelas no pasan las 200 páginas. “Los sordos” excede esa cantidad. ¿El cambio tiene que ver con un deseo de trabajar otras formas en su narrativa?

Precisamente. Y me gustaría intentarlo de nuevo.

En esta novela, además, hay una descripción de las costumbres ancestrales de los mayas de su país. ¿Se documentó en este tema? ¿Entrevistó a indígenas mayas?

Sí. Tuve que hacerlo. Pero fue algo que no había previsto al comenzar a escribir la novela. La narración misma me llevó allí. Llegué a un punto en el que me di cuenta de que tenía que obtener información de primera mano. Tuve la suerte de encontrarme con un "tatita", una autoridad maya en materia de jurisprudencia, que además era estudiante de leyes en la Universidad de San Carlos, en la Ciudad de Guatemala. Él me indicó con quiénes hablar al respecto en Nahualá, en el altiplano guatemalteco, y viajé allá para entrevistarme con un consejo de ancianos. No estoy seguro de que comprendieran por qué quería averiguar ese tipo de cosas (cómo juzgarían al personal de un hospital en el que se llevaban a cabo prácticas irregulares en las cercanías de su comunidad, cosas así) pero fueron bastante claros en sus respuestas. Lo principal, me explicaron, sería comprobar cuáles eran esas prácticas. Luego había que confrontar a médicos y paciente; pero para eso había que consultar antes el tz'ite', una especie de oráculo, para decidir en qué momento convendría juzgarse un caso así...

En un reportaje reciente comentó que en "Guatemala se vive una especie de apartheid sin leyes". ¿De dónde proviene tanto racismo entre las clases sociales de su país?

De nuestro pasado colonial, claro.

Vivió durante muchos años en el exterior. ¿Cuando regresó a su país en qué cosas encontró un progreso y en qué otras no tanto?

Volví en el momento en que se acordó un cese al fuego, a principios de los noventas. Pero por entonces, por otra parte, comenzaba la destrucción masiva de las selvas guatemaltecas. Y las exploraciones de minería de metales, que están terminando de destruir el país.

¿Qué entraña de su paso por los Estados Unidos?

Dos o tres amigos.

Fue amigo de Paul Bowles. ¿Hay alguna enseñanza que a menudo recuerde de él?

¡Sí! Intervenir lo menos posible en mis narraciones; dejar que el subconsciente haga el trabajo. Me refiero a los temas y las situaciones. Bowles creía que el estilo era más bien una cuestión de claridad, de precisión, de corrección.

¿Cuál es el libro que más ha disfrutado de Roberto Bolaño?

Son dos, en realidad. La Literatura Nazi en América, y 2666.

Dirigió un film, “Lo que soñó Sebastián”. ¿Tiene pensando encarar otro proyecto para el cine?

Si no puedo evitarlo, tal vez.

Si alguien le propusiera adaptar una de sus novelas o relatos, ¿cuál le gustaría que llevaran al cine?

Tal vez Cárcel de árboles.

Además de Borges y Bioy Casares, ¿hay algún otro escritor latinoamericano que le interese?

Rulfo, Arreola, De la Selva, Ribeiro, Lispector, y tantos otros. Borges, Bioy y Rulfo, sin embargo, son los que más he releído a lo largo de los años, sin duda.



                                                                                      
                                                                                                                    Vera




Entrevista Rodrigo Rey Rosa (El Nuevo Herald)


Sunday, June 2, 2013

Daniel Sada: la palabra justa en 25 cuentos


El Premio Herralde de novela 2008 por Casi nunca significó para Daniel Sada (1953-2011) que su obra se diera a conocer a un público más amplio. El galardón fue algo así como un gesto de justicia literaria, ya que hasta ese momento el escritor mexicano era un nombre para pocos y buenos lectores. A partir de ese feliz incidente, Sada le dio la bienvenida a otros, igual de buenos y exigentes, en América Latina y España. A un año de su muerte en la Ciudad de México, víctima de una deficiencia renal, consecuencia de la diabetes, el Fondo de Cultura Económica publica Reunión de cuentos. 

El lector atento que también fue el escritor Roberto Bolaño señaló uno de los rasgos de la literatura del mexicano: «Daniel Sada, sin duda, está escribiendo una de las obras más ambiciosas de nuestro español, parangonable únicamente con la obra de Lezama Lima, aunque el barroco de Lezama, como sabemos, tiene la escenografía del trópico, que se presta bastante bien a un ejercicio barroco, y el barroco de Sada sucede en el desierto». Cada palabra en las historias de Sada ha sido elegida con una cálida, honda y no menos determinante elección. El ensayista francés Philippe Ollé-Laprune, a cargo del prólogo del libro, determina: “sus frases se leen como quien mide versos de un poema”.

En el cuento “Juguete de nadie” las palabras del ensayista cobran sentido. Allí se lee: “Era cosa normal pasarse todo el día pintándose la boca: la joven que una vez llegó muerta de frío pidiendo sombra y mano, que apenas pudo hablar; de sus labios carnosos salieron las palabras mientras su cuerpo altivo de virgen solitaria temblaba y se encogía. Pero sus fingimientos no daban la apariencia, su gesto por mentir –y en ello su ventura– era su cruel verdad de vagabunda”.

El realismo y lo lírico-fantástico arman las 25 historias de Reunión de cuentos, y a todas Sada las sitúa en el fondo del Norte mexicano. Son pasajes vividos que estimulan al aventurero sedentario que es lector. Desde sus primeros libros el autor creó su propia mitología en este escenario. Y aquí una aclaración: Sada no es un autor regionalista. Su prosa puede reproducir la oralidad de una región, pero los temas escapan a cualquier locación. En este sentido, Sada es un mexicano universal.

Muchas veces los personajes de estos cuentos se pierden en la realidad como en sus pesadillas, en un esfuerzo por bifurcar el camino que la sociedad ha construido pacientemente para ellos. El recurso para escapar es el humor. No sirve de mucho, pero es un intento digno, bello, admirable, como la escritura del autor.

Daniel Sada estudió periodismo en la Escuela Carlos Septién García. También dirigió talleres de poesía y narrativa y fue becario del Centro Mexicano de Escritores y del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). De su obra se destacan las novelas Porque parece mentira la verdad nunca se sabe (1999, Premio José Fuentes Mares), Ritmo Delta (2005, Premio de Narrativa Colima) y el libro de relatos Registro de causantes (1992, Premio Xavier Villaurrutia). 



                                                                                         Vera



                                                                                                                         

Review Reunión de cuentos, Daniel Sada (El Nuevo Herald)