Como Borges, Roberto Bolaño es de esos autores al que debe volverse una y
otra vez para entender y disfrutar la literatura contemporánea
escrita en español. Y como Borges, también, las opiniones
literarias del escritor chileno fallecido en el 2003 en Barcelona, no
son menos polémicas, generosas, pero siempre lúcidas. A Bolaño le
gustaban las historias de Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1954). De él
dijo que era “un maestro consumado, el mejor de mi generación”.
Rey
Rosa escribió la mitad de su obra en Tangér. En esa ciudad
marroquí –previa estadía en New York donde estudió cine–
conoció al escritor norteamericano Paul Bowles, autor de The
Sheltering Sky.
Fueron amigos y con el tiempo Rosa su traductor al español y albacea
literario. Hace diez años regresó a Guatemala donde publicó, entre
otras, las novelas Piedras
encantadas
(2001),
El material
humano
(2006), Severina
(2011)
y este año Los
sordos.
Las
historias están escritas en
un tono si no sereno, en buena medida de una sencilla elegancia. El
comienzo de Los
sordos es
contundente:
un niño sordo indígena y la hija de un banquero desaparecen. Con
este incidente, Rey Rosa desarrolla los conflictos actuales –pero
enquistados en un pasado lejano– de la sociedad guatemalteca:
violencia, corrupción política, choque de clases, incomunicación.
Habitualmente
sus novelas no pasan las 200 páginas. “Los sordos” excede esa
cantidad. ¿El cambio tiene que ver con un deseo de trabajar otras
formas en su narrativa?
–Precisamente.
Y me gustaría intentarlo de nuevo.
En
esta novela, además, hay una descripción de las costumbres
ancestrales de los mayas de su país. ¿Se documentó en este tema?
¿Entrevistó a indígenas mayas?
–Sí.
Tuve que hacerlo. Pero fue algo que no había previsto al comenzar a
escribir la novela. La narración misma me llevó allí. Llegué a
un punto en el que me di cuenta de que tenía que obtener información
de primera mano. Tuve la suerte de encontrarme con un "tatita",
una autoridad maya en materia de jurisprudencia, que además era
estudiante de leyes en la Universidad de San Carlos, en la Ciudad de
Guatemala. Él me indicó con quiénes hablar al respecto en
Nahualá, en el altiplano guatemalteco, y viajé allá para
entrevistarme con un consejo de ancianos. No estoy seguro de que
comprendieran por qué quería averiguar ese tipo de cosas (cómo
juzgarían al personal de un hospital en el que se llevaban a cabo
prácticas irregulares en las cercanías de su comunidad, cosas así)
pero fueron bastante claros en sus respuestas. Lo principal, me
explicaron, sería comprobar cuáles eran esas prácticas. Luego
había que confrontar a médicos y paciente; pero para eso había que
consultar antes el tz'ite', una especie de oráculo, para decidir en
qué momento convendría juzgarse un caso así...
En
un reportaje reciente comentó que en "Guatemala se vive una
especie de apartheid sin leyes". ¿De dónde proviene tanto racismo
entre las clases sociales de su país?
–De
nuestro pasado colonial, claro.
Vivió
durante muchos años en el exterior. ¿Cuando regresó a su país en
qué cosas encontró un progreso y en qué otras no tanto?
–Volví
en el momento en que se acordó un cese al fuego, a principios de los
noventas. Pero por entonces, por otra parte, comenzaba la
destrucción masiva de las selvas guatemaltecas. Y las exploraciones
de minería de metales, que están terminando de destruir el país.
¿Qué
entraña de su paso por los Estados Unidos?
–Dos
o tres amigos.
Fue
amigo de Paul Bowles. ¿Hay alguna enseñanza que a menudo recuerde
de él?
–¡Sí!
Intervenir lo menos posible en mis narraciones; dejar que el
subconsciente haga el trabajo. Me refiero a los temas y las
situaciones. Bowles creía que el estilo era más bien una cuestión
de claridad, de precisión, de
corrección.
¿Cuál
es el libro que más ha disfrutado de Roberto Bolaño?
–Son
dos, en realidad.
La Literatura Nazi en América,
y 2666.
Dirigió
un film, “Lo que soñó Sebastián”. ¿Tiene pensando encarar
otro proyecto para el cine?
–Si
no puedo evitarlo, tal vez.
Si
alguien le propusiera adaptar una de sus novelas o relatos, ¿cuál
le gustaría que llevaran al cine?
–Tal
vez Cárcel
de árboles.
Además
de Borges y Bioy Casares, ¿hay algún otro escritor latinoamericano
que le interese?
–Rulfo,
Arreola, De la Selva, Ribeiro, Lispector, y tantos otros. Borges,
Bioy y Rulfo, sin embargo, son los que más he releído a lo largo de
los años, sin duda.
Vera
Entrevista Rodrigo Rey Rosa (El Nuevo Herald)