Wednesday, December 26, 2012

Narco: la cultura del nuevo milenio





¿Cuándo empezó toda esta locura? ¿Alguna vez tendrá fin? ¿Por qué tanta violencia? ¿Acaso es México como ciertos medios de comunicación afirman “un Estado fallido”. ¿Y cuál es en verdad el papel que juega Estados Unidos en la guerra contra las drogas? Estas son algunas de las preguntas que muchos se hacen al ver diariamente las noticias que llegan de México.  Y estas son las que trata de responder El Narco, el excelente libro de no ficción del periodista británico Ioan Grillo.
 
Luego de diez años de investigación, con entrevistas realizadas en México, Colombia, Estados Unidos y Centroamérica, el autor no sólo describe el complejo negocio del narcotráfico en el nuevo milenio sino que escarba hasta el origen del problema, que empieza curiosamente en el siglo XIX cuando los obreros chinos viajaron a Sinaloa para trabajar en el ferrocarril y en las minas de carbón. Muchos de ellos, siguiendo con la costumbre de fumar opio, trajeron semillas de amapola y las sembraron en el suelo de la Sierra Madre que resultó ideal para que florecieran.   
 
Pero El Narco –como señala Grillo– no se propone seguir “la andadura de todos los capos ni cubrir todos los episodios” sino explorar los momentos clave “que han dado forma a la bestia y le han permitido fortificarse en determinadas comunidades mexicanas”.  El autor sostiene que la guerra de la droga está indisolublemente unida a la transición democrática: cuando en el 2006 el entonces presidente mexicano Felipe Calderón declaró la guerra a las bandas, la violencia se multiplicó exponencialmente. Así como la muerte de Pablo Escobar marcó el comienzo de la desaparición de los narcocárteles en Colombia. O que las medidas tomadas por la administración Reagan sobre la ciudad de Miami (principal puerto de entrada de la cocaína en los Estados Unidos allá por los años ´80) produjeron que los narcos cambiaran de ruta e hicieran el contrabando a lo largo de los 1.500 kilómetros de frontera entre Juárez y el océano Pacífico, con el consecuente fortalecimiento de Arellano Félix y el Chapo Guzmán.
 
El Narco  es uno de las mejores libros de investigación sobre el tema que han aparecido en los últimos años. La lectura de sus casi quinientas páginas ayuda a comprender mejor lo que para muchos –como los escritores Carlos Fuentes y Tomás Eloy Martínez–  excede el fenómeno policial, la crónica roja,  y se ha convertido en la cultura del nuevo milenio.
 
 
 

                                                                                                                   Vera

 

 
Review El narco, Ioan Grillo (TintaFrescaUS)

 

Friday, December 14, 2012

Mayra Santos-Febres: una cuestión de Fe


 

Es la noche del 31 de octubre y por las calles de Chicago la gente deambula disfrazada. Todos ríen y celebran consecuentes con esa postal que, de tan americana, hoy se ha ramificado por todas partes: Halloween. Sin embargo en la ciudad hay dos habitantes que están planeando otro rito, más personal, menos promiscuo de  testigos.  En un pequeño departamento del barrio ‘La Villita’ una mujer de raza negra luce el vestido que perteneció a la mítica esclava Xica Da Silva. En esa otra piel, paradójicamente, está inscripta su historia familiar. Los protagonistas de esta escena son Fe Verdejo y Martín Tirado, personajes de Fe en disfraz, la reciente novela de la escritora, periodista y catedrática boricua Mayra Santos- Febres.

En verdad, este nuevo trabajo resume las obsesiones de la autora: las metáforas del encubrimiento, el erotismo, la opresión femenina, el lenguaje privado que los amantes suelen practicar en cada encuentro. “Viajé con Mayra Santos-Febres y nunca me sentí tan arropada tanto por su literatura como por su inteligente escritura, cálida como ella misma, cálida como el mar del Caribe”, ha comentado la escritora mexicana Elena Poniatowska sobre la obra de su colega.

Novelas como Sirena Selena vestida de pena –finalista del Premio Rómulo Gallegos 2001– y Nuestra señora de la noche –finalista del Premio Primavera de Novela 2006– han hecho de Santos-Febres un nombre inevitable a la hora de hablar de los nuevos autores en la narrativa latinoamericana, algo que en un campo repleto de hombres no deja de ser feliz.

Como alguien que sabe asumir los desafíos de su oficio, la autora también ha incursionado en la gestión cultural y en la escritura para el cine. Trabajó en el guión del film Kabo y Platón, del director Edmundo Rodríguez, y actualmente coordina el Salón Literario Libroamérica en Puerto Rico, un proyecto que hace añicos los clichés culturales que rodean a la Isla del Encanto.

En los epígrafes que preceden a Fe en Disfraz, hay uno en particular. Es el del escritor alemán Goethe tomado del Fausto: “Si alguna vez me siento extasiado, seré esclavo y no preguntaré si tuyo o de otro dueño”.   

 
Pasen y vean, Mayra Santos-Febres se desnuda ante nosotros.

 

 
“Fe en Disfraz” toca varios temas recurrentes en su obra: la esclavitud, el deseo,  la memoria, el travestismo.

 –No puedo evitar volver a los mismos temas. Recientemente leí una entrevista en la que el premio Alfaguara Andrés Neuman dice que sus textos abordan los mismos temas desde diferentes ángulos. Algunos lo hacen, inclusive, desde diferentes géneros literarios, como si el tema necesitara que se lo revisitara con otros tonos, texturas, voces o sistemas de abordaje. Creo que este asunto de los temas recurrentes(o de las obsesiones literarias)  es una experiencia común para muchos escritores. Borges siempre escribía de lo mismo- el doble ( “La muerte y la brújula”- “Pierre Menard, autor del Quijote”), el laberinto en que puede convertirse el pensamiento (“Funes el memorioso”, “el Aleph”, “La muerte y la brújula”). Mis temas recurrentes son la historia y el deseo. No logro escapar de ellos. Me han atrapado.

A diferencia de sus anteriores obras, esta es breve, podría considerarse una nouvelle. Pero la intensidad de las escenas como la psicología de los personajes es detallada y eficaz. ¿Por estas características,  fue en particular ardua la elaboración de la novela? 

–Después de la experiencia de escribir Nuestra Señora de la Noche quise escribir una novela  breve. De hecho, la tenía en agenda desde que Jorge, el antiguo dueño de la librería Macondo, en la calle 14 en Nueva York, me lo sugirió. Me dijo "Mayra,  recuerda  Los cachorros,  La tregua,  Crónica de una muerte anunciada. Escribe una novela corta". Pero no encontraba cómo hacerlo. Entonces conocí a Mario Santana, que es un periodista de alto calibre en Puerto Rico y buen cuentista. Me casé con él. Tuvimos una niña. Me puse a escribir Fe en disfraz. El la iba leyendo. La novela actuó como  "Las mil y una noches", pero a la inversa. Mientras más breve describía las escenas, mientras más  las limpiaba de adjetivos y vuelos poéticos, más lograba seducir a Mario. Seducir sus ojos, su arrobamiento en el texto. Así alimenté esa otra  pasión que compartimos: la pasión por las palabras. Escribí 5 versiones de la novela, cada una más corta que la anterior.  Ni decirte que soy inmensamente feliz con mi marido.

Publicó Fe en disfraz y se estrenó el film Kabo y Platón, dirigido por Edmundo Rodríguez. El guión es de su autoría. ¿Cómo fue escribir para el cine?

 –Muy divertido. El guión de Kabo y Platón también sirvió de escuela para aprender concisión narrativa. La película hoy compite por una nominación a Mejor Película en Lengua Extranjera para los Oscares.

En Sirena Selena vestida de pena y Nuestra señora de la noche trabajó cierto aspecto de las relaciones amorosas que tiene mucho que ver con el melodrama.  De los autores del Boom, Manuel Puig fue el único que lo hizo. ¿Qué encuentra en el folletín? 

–Fíjate qué casualidad- Manuel Puig, un autor gay, encuentra en el melodrama una manera  de profundizar en las relaciones de poder que enmarcan los encuentros eróticos.  El sí ve lo que supone para una mujer (biológica o contextual) la gran aventura social e histórica que narra un melodrama. Que no es un género cursi, fácil, superficial. Los amores imposibles son una estupenda excusa para investigar hasta dónde llega el poder, cómo configura al deseo. Creo que, a fin de cuentas, siempre termino escribiendo melodramas, aunque no me lo proponga.

¿Por qué al hablar de literatura latinoamericana el lugar de Puerto Rico suele ser si no difuso, difícil de acomodar? 

–Porque somos una nación difusa. No tenemos estado. La mitad de nuestra población vive en Estados Unidos y la otra en Puerto Rico. Hablamos español y somos latinoamericanos, pero también caribeños y también latinos usa. En este mundo global, nuestra dispersión identataria (y disfunción política) comienza a ser cosa común y compartida con muchas otras poblaciones del mundo. Pero para aquellos que necesitan ver un país puro y duro, con sus mártires, sus guerras de independencia y sus siglos de colonialismos internos, Puerto Rico permanecerá siendo visto como un anatema, un lugar a medias, una disfunción. Para los más recalcitrantes, somos un país de cobardes y de arribistas que nunca tuvimos los pantalones de pelear por una independencia. Quizás tengan razón. Yo, la verdad, no le encuentro la gracia a matar o a morir por una ideología. Pelear por la justicia, por la libre determinación de los pueblos,  sí. Pero matar o morir por ello; no.  Hay muchas maneras de combatir la injusticia.

Aparte del idioma, ¿encuentra realmente diferencias entre los autores hispanos que escriben en inglés y los que lo hacen en español en los Estados Unidos?

–No. Siempre se habla del “realismo mágico” como uno de los géneros for export  de la literatura latinoamericana.

¿Pero no cree que muchos de los escritores hispanos que escriben en inglés también lo hacen a su manera? Ofrecen al lector de Estados Unidos o Europa cierto estereotipo del “latino”

–Hay que tener cuidado en distinguir entre lo que escribe un autor y las condiciones de mercado que condicionan la lectura de sus obras. Un autor o autora escribe acerca de lo que conoce. Si conoce el guetto, el barrio, la frontera; escribe desde allí. El problema surge cuando sus personajes coinciden con lo que la gente percibe como un "estereotipo latino". Ese problema se ve reforzado cuando el mercado decide que el "branding" de la literatura latina es que se utilice el "street language"  o la jerga, que hayan personajes drogadictos o criminales, mucho sexo y mucha violencia. Que no van a publicar nada que se salga de esa fórmula. ¿Y entonces, qué hace un escritor con su material literario? ¿Lo abandona para que no lo acusen de estereotipar lo latino? ¿Se propone a escribir de otra manera, para que no lo publiquen?

Es elocuente: entre los autores del boom nunca se nombra a una mujer. ¿Machismo, olvido o en verdad nunca hubo una autora a la altura de esos escritores?

 –Hubo  mujeres que escribieron durante el Boom y que fueron deliberadamente excluidas del club. Podemos recordar a Elena Garro, esposa de Octavio Paz, excelente narradora experimental. Ella también se dio a las exploraciones narrativas e incorporaciones de fluires de conciencia y de montaje en sus novelas acerca de la identidad latinoamericana. "Recuerdos del porvenir" es una excelente novela. Rosario Castellanos es otra (Balún Canán) . La gran Clarice Lispector escribió novelas interesantísimas durante el Boom . Claro que hubo escritoras a la altura del Gabo o de Carlos Fuentes y cuyas obras revolucionaron la literatura latinoamericana. Pero eran mujeres... mujeres primero. Durante el Boom, sus contrapartes masculinas no dudaron en recordarles su lugar en la cuidad letrada.

¿Puede contarnos como nació "El Salón Literario Libroamérica en Puerto Rico"?

–Nació para ayudar a la internacionalización de la literatura puertorriqueña y para insertar a Puerto Rico en los diálogos internacionales acerca de la literatura. Hemos traído a muchos escritores al país  a ofrecer charlas, talleres, a servir de jurados en certámenes literarios. Junto a la Universidad de Puerto Rico trajimos a Jorge Volpi (México), Iván Thays (Perú), Pedro Mairal (Argentina) y a Fernando Iwasaki( Sevilla). También trajimos a Santiago Gamboa (Colombia), Edmundo Paz-Soldán (Bolivia) a ofrecer unas clínicas de novela. Paz-Soldán les ofreció una charla a maestros sobre nueva literatura latinaomericana. Dicho festival fomenta la lectura y la escritura creativa. Propone a Puerto Rico como lo que es: como lugar de encuentros de diferentes culturas y como sitio para diálogos entre las culturas latinas, latinoamericanas, caribeñas, africanas y europeas. Entre los autores que han venido al Festival se encuentran Junot Díaz, Esmeralda Santiago, Willie Perdomo, Gioconda Belli, Rosa Montero, Sergio Ramírez y Luis Rafael Sánchez, entre otros. Va a ser una gran fiesta para celebrar la palabra- esa cosa porosa, difusa, disfuncional y hermosa que nos une.


                                                                                        Vera


Entrevista Mayra Santos- Febres (El Nuevo Herald)

Wednesday, November 7, 2012

Un escritor en el desierto americano





Por año en los Estados Unidos se traduce sólo el tres por ciento de la literatura que se publica fuera del mundo anglosajón. Nadie duda que la oferta cultural de ese mundo es sumamente seductora como lo puede ser la góndola de un supermercado un domingo a la noche, pero la peculiaridad de la cifra, lo fatalmente irrisorio de ella, es un buen motivo para que The absent sea (McPherson & Co), versión al inglés de El desierto (ganadora del Premio La Nación), novela del escritor chileno Carlos Franz, se considere un hecho cultural como los de antaño: estético y también político.  Ante él es imposible no recordar las palabras de Susan Sontag: “Traducir es compartir”.
 
De visita en la ciudad de Miami por la edición de The absent sea, Franz habló con El Nuevo Herald sobre la trama de esta novela, según Vargas Llosa “una  de las más originales que la literatura moderna latinoamericana ha producido”, en que todo ocurre en la ficcional Pampa Hundida. Como la Santa María de Juan Carlos Onetti, el Macondo de Gabriel García Márquez o  Coronel Vallejos de Manuel Puig, la creación de un territorio mítico le sirve al autor para desarrollar una historia intensa, dominada por  personajes que no saben muy bien qué es el mal o eso que suele escribirse con mayúscula, Dios. En su contradicción no hacen más que recordar los delicados engranajes que sostienen a los hombres.
 
Leer a Franz es también un deleite que dan pocos autores contemporáneos. Tal vez aquí haya que hacer la aclaración de que su prosa no es elitista ni tampoco sumamente popular. Sostiene el contrapunto de una lengua de por sí tan proclive a la exageración como lo es el español. Dentro de su obra figuran el volumen de cuentos La prisionera y las novelas Santiago Cero (la escribió mientras concurría a los talleres que daba José Donoso), El lugar donde estuvo el paraíso (llevada al cine) y Almuerzo de Vampiros. Como suele suceder con los buenos escritores, Franz decidió en esta obra recrear el espíritu de una época, es decir la incertidumbre en la que vivió su generación, en este caso la dictadura de Augusto Pinochet. Y ahí, en ese conflicto, escrito ya en la distancia, aparece la amarga revelación: son dos mundos irreconciliables. O como aquel conocido inicio de The Go -Between, de L.P Hartley: “El pasado es otro país, allí la gente hace las cosas de otro modo”.
 
 
Desde hace años sus libros son traducidos y sin embargo ésta es la primera vez que llega al mercado anglosajón. ¿Cuáles son los motivos de que sea tan difícil para un autor de lengua extranjera ser traducido y publicado en este país?
 
 
–En todas partes, incluido los EEUU, vivimos un tiempo difícil para publicar narrativa “seria”, esa que exige al lector conocer lo “otro”, en lugar de reconocerse en lo ya sabido. La traducción es, por definición, una ventana hacia “lo otro” de allí que sufra más. Especialmente, en aquellas época cuando la curiosidad es vencida por el temor a la diferencia. Supongo que la resistencia a traducir, en EEUU es un signo de ese miedo, a la vez que una señal de pereza cultural. Por eso valorizo mucho que McPherson & Co se haya atrevido con este libro.
 
¿Qué observaciones y consultas por parte del traductor recuerda que le hayan llamado la atención?
 
–Leland Chambers fue el traductor de la novela. Hizo un gran trabajo, durante casi dos años, para traducir no sólo la letra, sino también la música de esta novela. La manera como suena una novela, es para mí muy importante. Y esta traducción suena maravillosamente bien en inglés, diría yo. Lee debiera obtener algún premio por ella. Por otro lado, las preguntas de Leland me ayudaron a aclarar varios pasajes demasiado oscuros. No cabe duda de que un buen traductor es el mejor lector de un libro. Y que ese libro no volverá a ser el mismo tras una lectura tan acuciosa como la que hizo Chambers.
 
 
Muchas de sus historias ocurren en Pampa Hundida. ¿Un territorio de su invención, en este caso un desierto, se acomoda mejor a sus ficciones?
 
–Es cierto que se trata de un oasis imaginario en el desierto de Chile. Pero podría ocurrir en cualquier sitio donde la violencia se enfrenta a la justicia, y esta misma justicia descubre que es violenta. El desierto es un espacio moral. Una metáfora muy antigua. A él se retiraban los profetas y místicos para contactarse con su espíritu. En mi novela el desierto opera como una página en blanco, los salares invitan a poner la mente en blanco para que penetre en ella lo que tenemos reprimido. Es lo que le ocurre a Laura, la protagonista, cuando galopa a oscuras por el desierto hasta que su caballo revienta y ella casi muere. En su estado de choque Laura entrevé por primera vez el profundo lazo perverso que la une a su verdugo.
 
 
En su obra hay un trabajo del lenguaje que aun en escenas de humor o sombrías es muy bello. Es un estilo que no se interpone entre la trama y el lector, como decía Bioy Casares. ¿Es un autor que tiene una rutina a la hora de escribir ficción?
           
–Sí, cuando estoy en vena escribo a diario, muchas horas . Pero no la llamaría rutina. Es como un estado de trance prolongado. Despertarse en la mañana no para salir del sueño, como hace todo el mundo, sino para entrar al sueño deliberado de la novela que estamos escribiendo. Ese trance continuado es lo más difícil de lograr cuando se está escribiendo. Pero cuando alcanzas ese estado ya sabes que la novela “vive”.
 
 ¿Cómo se lleva con la velocidad que hoy decreta Internet con los blogs y twitter?
 
–Voy siempre uno o dos pasos por detrás de esa velocidad histérica. Una de las cosas que un novelista debe dominar es el tiempo. En lugar de ser dominado por tiempos artificiales. Yo tengo un sitio web y una página en Facebook, mi Iphone, dos ordenadores, un Kindle, etc. Pero trato de que estos trabajen para mí y no lo contrario.
 
Concurrió a los talleres que daba José Donoso. ¿Cómo cree que hoy es recibida su obra entre los escritores más jóvenes de su país y el resto del continente?
 
–Donoso está un poco olvidado, me temo. Es parte de la frivolidad contemporánea. Considerar antiguo lo de anteayer. Pero la actualidad es tan voluble que no sería raro que vuelva a ponerse de moda. Y entonces se lo “redescubrirá” con tanta liviandad como ahora se lo olvida.
 
Nació en Europa y también ha pasado gran parte de su vida allí. ¿Qué ha aprendido de sus años en ese continente?
 
–Nací en Ginebra por un accidente biográfico. Y de mayor he vivido varios años en Alemania, Inglaterra y España (y hasta un año en los EEUU, hace mucho). Pero toda mi formación es chilena. O sea mestiza, culturalmente híbrida, periférica y remota. Ser chileno es ser del fin del mundo. Será por eso que, aunque habite en Europa, me siento siempre en los márgenes. Me siento viviendo como un extranjero, de paso. Me parece la condición más conveniente para un escritor, la de transeunte.
 
¿Qué es lo que leen los lectores norteamericanos en Roberto Bolaño que tanto éxito ha tenido aquí?
 
–La de Bolaño es una narrativa de enorme creatividad, a ratos genial. Crea un mundo habitado casi exclusivamente por literatos al borde del apocalipsis, de la extinción por falta de lectores que no sean otros escritores. Eso hace que los pequeños poetas fracasados de sus novelas se sientan héroes épicos, románticos. A la vez, ese milenarismo literario evoca muchos miedos contemporáneos –pensemos sólo en el temor al “fin del libro” que estamos viviendo
 
¿Qué rasgos de la narrativa actual escrita en español destaca?
 
–Difícil ver esos rasgos. No tenemos distancia. Pero, entre los positivos, destacaría la enorme diversidad de la literatura en español. Una literatura más mestiza que nunca. Los rasgos negativos vienen de allí mismo. No hay una tradición o canon. Surge una neo-insularidad. Escritores que escriben sólo para asegurarse la atención de sus pequeñas patrias, olvidando la tradición ancha y antigua del idioma. Es una nueva versión del viejo dilema hispanoamericano: entre nacionalismo y cosmopolitismo cultural.
 
                                                                                                                     
 
                                                                                                                             Vera
 
 
 
 
 
Entrevista Carlos Franz (El Nuevo Herald)
 

Saturday, November 3, 2012

Rosana Ubanell: perdida en tu piel





Desde la contratapa de Volver a morir, el periodista y escritor Andrés Oppenheimer señalaba que su autora, la española Rosana Ubanell, era una revelación. Con todo lo que ha sucedido en los meses siguientes a la publicación de la novela, esas palabras de bienvenida son más que ciertas. La autora creó un personaje, el detective cubano-americano Nelson Montero, que se aparta de esa figura de investigador de sobretodo y aire misterioso, y se acerca más a la de un tipo que porta una buena sonrisa y  tiene un puñado  de refranes e ideas para salir de los problemas en los que por lo general se mete.
 
Ni muy alto ni muy bajo, ni gordo ni tan flaco, pelo castaño y ojos café, Montero más bien es un hombre que despierta simpatía y así va por las calles de la ciudad de Miami ganándose la vida con su oficio que es solucionar enigmas. Volver a morir se convirtió en un bestseller y ahora Hollywood ha comprado los derechos para una miniserie.
 
Cuando todo hacía suponer que en este 2012 volvería con otra novela policial, la autora le ha dado una sorpresa a los lectores con la publicación de Perdido en tu piel, una historia que incluye un misterio, aunque en el  centro de la trama esté el amor. “¿Qué sucede cuando un hombre que lleva 30 años recordando su primer amor se reencuentra con la mujer que lleva 30 años intentando olvidarlo?”, se pregunta la narradora y deja que la cuestión aceche de manera inquietante en la imaginación del lector.  
 
 
Perdido en tu piel es una obra radicalmente opuesta a su primera novela. ¿Puede decirnos qué ocurrió?
 
–Ocurrió que Volver a morir fue todo un éxito. Con la primera edición agotada y una serie de televisión en ciernes sobre el detective cubano-americano Nelson Montero, su protagonista, mi editorial Penguin decidió darle más tiempo para crecer y retrasó la segunda entrega para el 2013. La novela Perdido en tu piel estaba casi terminada así que esa fue su suerte y la mía.
 
 El género de detectives exige cierta estructura que su segunda novela por no estar en el estilo no requiere. Desde ese punto hay otro manejo en la prosa. ¿Cómo fue la elaboración de Perdido en tu piel?
 
–Esta una novela romántica con tintes eróticos sigue teniendo base de suspense, mi raíz. Dos amantes que vivieron un apasionado primer amor en 1980 se reencuentran treinta años después y tratan de robarle tiempo al tiempo para amarse de nuevo. A lo largo de las páginas se van desgranando las incógnitas que causaron su separación y que tienen mucho de misterio, violencia y suspense. La prosa es totalmente distinta, ciertamente. Frente al irónico Nelson Montero y el miedo que le produce el compromiso amoroso, los protagonistas de esta nueva novela están envueltos en una pasión amorosa que dura treinta años. Creo que con Nelson Montero descubrí mi faceta más masculina y con Adán y Eva, los protagonistas de Perdido en tu piel, desarrollo mi ser femenino. Por eso las dos novelas utilizan un lenguaje muy distinto.
 
Las distintas locaciones le dan a la novela un aire internacional, por momentos de cierta sofisticación y lujo. ¿Lo pensó así a la hora de elegir las ciudades que aparecen en la novela?
 
–Algunos lugares tenían que estar por fuerza en la novela, otros no. Era imperativo que el amor más álgido, su primer encuentro físico en treinta años, sucediese en Nueva York, una ciudad muy querida para mí. Es mi paisaje urbano favorito. Manhattan es una ciudad viva, que siempre ofrece una nueva sorpresa, que se regenera pase lo que pase. Allí debía colmarse el deseo tantos años reprimido. McLean en Virginia, un barrio acomodado debía ser otro paisaje. Le encajaba muy bien a Eva. Viví allí 12 años y conozco la zona a fondo. Los Ángeles me facilitaba el colocar a los dos amantes lejos el uno del otro, añorándose desde cada punta de un continente. El resto como Nosara en Costa Rica, El Estor en Guatemala, el puerto de Tampico en México, las playas de Marbella en España, o el rancho de Texas, son lugares que he visitado, que conozco por mi profesión de periodista de viajes y que dejaron una huella en mí.
 
Esta historia empieza en 1980 en el puerto mexicano de Tampico y llega hasta el 2010. En treinta años pasan muchas cosas.  Los protagonistas no olvidan su historia de amor. ¿Por qué cree que el primer amor se suele recordar con tanta añoranza? 
 
–Porque la primera vez que amamos lo hacemos con las puertas del corazón de par en par. Todavía no nos han hecho daño y nos entregamos totalmente. Después, aunque el amor puede llegar a cualquier edad y generalmente llega sin previo aviso, actuamos muy precavidamente. Blindamos el corazón  y nunca volvemos a amar así. Nos gustaría hacerlo –de ahí el recuerdo de ese primer amor tan persistente-, pero no nos atrevemos. Sabemos el dolor inconmensurable que supone la traición amorosa, el abandono y nos decimos que es mejor amar a medio gas, por si acaso.
 
También hay en la novela un retrato del matrimonio no tan feliz. Sería como la cara B de la pasión: una vida sin sobresaltos, cálida, pero patética.
 
–Efectivamente es la otra cara de la moneda. Sorprende ver cuántos matrimonios viven una vida sin pasión, sin sobresaltos, estable, cálida, aburrida y patética. Y todavía sorprende más que lo hacen por elección propia. Creen que es el precio que hay que pagar para no sufrir. Curiosamente, las personas en una relación semejante son las que más fantasean sobre ese amor pasional, precisamente porque no lo viven. Lo tienen que soñar para compensar. No se atreven a vivir el amor que sueñan. Es todo miedo. Como recuerda Eva que le decía Adán en Tampico: “Lo contrario del amor no es el odio sino el miedo”.
 
¿Cómo recuerda a su primer amor?
 
–Realmente no lo recuerdo, más bien me lo imagino o me lo he imaginado y lo he plasmado en “Perdido en tu piel”. Si me acordase, me gustaría que fuese como en esta novela. Sí que me quedó ese sentimiento de amor y dolor mezclado que he reencontrado al escribir Perdido en tu piel. La memoria no es la dueña del recuerdo, se confunde mucho. El sentimiento es el que mejor recuerda y nunca miente.
 
Ha vivido buena parte de su vida fuera de España.  Ahora hace una década que reside en  Miami. En los últimos años han aparecido muchos libros de periodismo y de ficción que hablan de esa ciudad en particular. ¿Por qué cree que ha surgido ello? ¿Y cómo se siente viviendo allí?
 
–Miami es mi hogar. Adoro esta ciudad que me enamoró nada más instalarme aquí. Como Nueva York, es una ciudad viva que evoluciona constantemente. Prueba de ello es que existe ahora una vitalidad artística muy grande, enriquecida por ese crisol de culturas que traen los emigrantes de todo el mundo. Los sabores y olores de Miami son cada día más ricos y la ciudad no solamente da cobijo a nuevos talentos sino que los inspira.
 
¿Luego de esta novela regresa con Nelson Montero?
 
–Como comprometido con Penguin, Nelson Montero será una trilogía. La segunda entrega para el 2013 ya está casi ultimada y la tercera para 2014 a medias. Nelson viajará un poquito más aunque su casa siga siendo Miami. Tendrá que salir de la Calle 8 y acercarse a South Beach y visitaremos Las Vegas, Nueva York y el Caribe sin olvidarnos de México. Hasta es posible que se atreva a amar de nuevo después del descalabro con su primera esposa Ana Rosa. Como en Perdido en tu piel, Nelson amó y sufrió tanto la primera vez que se niega a hacerlo de nuevo. Pero vamos a ver si poco a poco le hacemos entrar en razón y conseguimos que derrumbe las barreras que se lo impiden.
 
 
                                                                                                            Vera
 
 
 
 
Entrevista Rosana Ubanell (TintaFrescaUS)
 
 
 

Friday, September 28, 2012

Bayly: Buenos Aires me mata


Escupirán sobre mi tumba cierra la trilogía denominada “Morirás mañana” que empezó hace un par de años con las novelas El escritor sale a matar y El misterio de Alma Rossi. En todas, está presente la figura de Javier Garcés, un autor de cierta fama en América Latina al que le queda muy poco tiempo de vida y entonces prefiere usar ese tiempo asesinando a varios personajes que, según él, le han arruinado vilmente la existencia. Por supuesto, Garcés tiene mucho del propio Bayly—irónico y algo crédulo, de más de cincuenta años—, atributos que obviamente agradecen sus fieles admiradores que siguen cada una de sus novelas e incursiones en la televisión.
 Está última entrega de la trilogía—inspirada, según Bayly, en la del sueco Stieg Larsson—tiene a la ciudad de Buenos Aires como locación central. Allí Garcés encontrará a sus nuevas víctimas: la dueña de una librería del barrio de la Recoleta, un famoso periodista de radio y tv, el propietario de un exclusivo restaurante, un desagradable vecino que suele molestarlo con todo tipo de ruidos (“flatulencias escandalosas”, incluidas), y un actor gay venido a menos y adicto a la cocaína. Todos, por supuesto, curiosos personajes y bien argentinos que son la excusa perfecta para que Garcés-Bayly viva disparatadas aventuras y suelte de paso su ironía corrosiva, en palabras de Bayly:
 “Me llevo bien con los argentinos a pesar de que en Sudamérica tienen fama de pedantes, de presumidos, de mirarnos a los demás por encima del hombro, de no sentirse sudamericanos sino europeos. Todo argentino es un entrenador de la selección de fútbol de su país (y si lo dejan, de la de España también). Todo argentino es presidente de su país (y si lo dejan, dictador de Cuba también). […] Todo argentino es un profeta, un visionario, un iluminado”.
 Hablar de Argentina es también hacerlo de Buenos Aires. En esta capital de un imperio que nunca existió, como bien sentenció André Malraux, la figura de Jorge Luis Borges es mítica. Y Bayly, antes que nada, es un lector. Por eso, hay un momento en la novela que el recuerdo tiene el peso autobiográfico, se convierte en un plano fijo como aquellos que tan bien encontramos en el cine. Esa escena captura gestos, palabras, movimientos que hoy cobran otro sentido, y es el día en que el narrador peruano aún inédito y muy joven se encuentra con Jorge Luis Borges. Ese suceso, contado como real por Bayly en varios reportajes, ocurrió dos años antes de que el escritor argentino muriera en Suiza.
 En general, la nueva novela de Bayly es predecible, aunque no defrauda. En cada capítulo están las entrelíneas y chistes internos que como un código ha establecido el autor peruano a lo largo de su carrera. Mucho de ello, sin duda, se ha fortalecido por el éxito que obtuvieron las adaptaciones cinematográficas de sus novelas—La mujer de mi hermano, No se lo digas a nadie– como por los premios Planeta y Herralde por las novelas—Y de repente, un ángel y La noche es virgen, respectivamente–, dos de los galardones más publicitados de la literatura en español.

                                                                              
                                                                                        Vera

 
 
Review Escupirán sobre mi tumba, Jaime Bayly (TintaFrescaUS) 
 

Monday, September 10, 2012

Bolaño cercano


El lector que a menudo visite las librerías en  los Estados Unidos sabe que la sección en español lentamente ocupa más lugar y los títulos no son siempre de autoayuda, dietas milagrosas o cómo convertirse en un hispano millonario y generoso con la raza humana en tan sólo dos horas y media. En esa variedad de temas y autores hay un inevitable:  Gabriel García Márquez. El otro que se suma  al club es Roberto Bolaño.  Aunque no haya ganado el Nobel como el colombiano, desde su muerte a los cincuenta años de edad el escritor chileno se  ha convertido en  un referente de la literatura universal. Como  sucede en estos casos, las claves no rechazan la complejidad, cierto azar y la simple y concreta  prueba de que  Bolaño es un gran escritor: allí están sus libros, ahora al alcance de la mano.

Edmundo Paz Soldán  sostiene que la calidad de su obra y el personaje, una suerte de Kerouac latinoamericano, un beat a trasmano, lo convirtieron en un autor digerible para el lector estadounidense. Jorge Edwards no se ha cansado de repetir que es un escritor para escritores, confirmando que los autores del Boom no suelen practicar el hábito de la generosidad con todo lo que vino después.
 
Estrella distante como Los detectives salvajes es una novela perfecta en la obra de Roberto Bolaño –
2666  pertenece al género de los grandes libros inconclusos: en el siglo XX  En busca del tiempo perdido acaso sea el ejemplo más conocido –. Son  tan sólo 160 páginas pero ahí está todo: la grotesca pesadilla de las dictaduras latinoamericanas, la unión de literatura y vida como aventura total, el amor bajo sus escurridizas formas, el Mal.
 
 Un aprendiz de escritor en los años del gobierno socialista de Salvador Allende es quien narra la historia.  Concurre al taller  de un poeta de provincia donde conoce a las hermanas Garmendia –a las que desea en silencio – y a un extraño personaje,  Alberto Ruiz-Tagle,  aristócrata  y poco dado a la bohemia y asuntos políticos. Es finales del 72 y el tiempo empieza a oler cargado. En pocos meses la dictadura de Pinochet asume el  poder y el terror se expande por el país.  Ruiz-Tagle continúa con los poemas, esta vez patrióticos y no exentos de violencia, pero ahora los escribe desde y sobre el cielo, con la estela de humo que deja su avión. El joven se ha convertido en un piloto de las fuerzas armadas de Chile y se hace llamar Carlos Wieder. El narrador, mientras tanto, debe exiliarse. En su vagabundeo por Europa las noticias llegan  fragmentarias y oscuras:  compañeros que son ahora  presos políticos, amigos asesinados por  los militares. Y  por supuesto, como un espectro irascible, que asume todo contacto con la realidad, Wieder, una vez más bajo otro cambio de piel.     
 
Recrear una época no es fácil y, mal que pese, es el deber de todo escritor. Lo que hace fascinante Estrella distante es que  Bolaño nunca pareció olvidar este detalle y  en la tarea logró incluir sus pesadillas, el lenguaje, la mitología que es el residuo de la actualidad, hacer de borrosos personajes, hombre y mujeres que serían una nota a pie de página en la historia, la trama y sentido del arte.
 
''Lentamente, por entre las nubes, apareció el avión. Al principio era una mancha no superior al tamaño de un mosquito. Calculé que venía de una base aérea de las cercanías, que tras un periplo aéreo por la costa volvería a su base. Poco a poco, pero sin dificultad, como si planeara en el aire, se fue acercando a la ciudad, confundido entre nubes cilíndricas, que flotaban a gran altura, y las nubes con forma de aguja que eran arrastradas por el viento casi a ras de los techos. (…) Cuando pasó por encima del Centro La Peña el ruido que hizo fue como el de una lavadora estropeada. Desde donde estaba pude ver la figura del piloto y por un instante creí que levantaba la mano y nos decía adiós''.
 
Como ha señalado Rodrigo Fresán, que fue su amigo en España, país donde residió el autor chileno hasta su muerte en el 2003,  Bolaño fue el último de su generación que quiso ser un escritor latinoamericano. El adjetivo, para él, no era complejo de inferioridad.  La solución del enigma en Estrella distante no resuelve el problema. Tal vez ese planteo suspensivo termine de convertir a la novela es un objeto de seducción, una y otra vez. 
 
                                
                                                                                                    Vera



Review Estrella Distante, Roberto Bolaño (El Nuevo Herald)

Sunday, September 2, 2012

Padura en el barrio Chino




Así como por la prosa violenta de los graffitis de las paredes de los baños públicos se podía entender mucho de los rasgos de un país, según el escritor polaco Witold Gombrowicz, tal vez los lectores del futuro encuentren algún sentido en esos mensajes de texto disparados por celulares carísimos fabricados con mano de obra barata china. Y así como las novelas policiales de Raymond Chandler y Dashiell Hammett describen mejor que cualquier manual de historia los tiempos alevosamente corruptos de la Gran Depresión en los Estados Unidos, las obras de Pedro Juan Gutiérrez y Leonardo Padura son implacables postales oscuras del último cuarto de siglo cubano.  Esa literatura considerada injustamente menor por ciertos académicos, escrita con una prosa justísima  y clara, más cercana a la narrativa norteamericana que al barroco de la Isla,  ha dado títulos como Trilogía sucia de La Habana, El insaciable hombre araña, Paisaje de otoño, La neblina del ayer.
 
Pero si el narrador en las novelas de Gutiérrez es una primera persona que se parece (o simula) al autor, Padura es menos obvio y ha creado un personaje lúcido y sensible, el detective Mario Conde. Este hombre cansado de tantas cosas, pero sobre todo de sí mismo, que bebe ron Santiago y ama los libros y las mujeres que lo tratan mal, hoy regresa con una nueva aventura, La cola de la serpiente. Todo empieza con un imagen contundente: el anciano Pedro Cuang aparece ahorcado en su habitación.  Con una navaja le grabaron en el pecho un círculo con dos flechas, y también le han amputado un dedo. Todo esto con el trasfondo del viejo Barrio Chino, que ahora, lejos del antiguo esplendor de teatros y restaurantes, es un lugar sórdido donde se vende cocaína, hay bancos de juego ilícito y fabricas clandestinas de ron y cerveza.
 
Para Conde, aunque haga diez años que trabaje en la policía, éste es su primer “caso chino”. Sabe muy bien que a la muerte extravagante de Cuang se le suma un problema mayor y es el hurgar en una sociedad que actúa como una secta, de códigos e idioma herméticos, y necesita de un aliado para poder romper esa muralla.
 
“Porque si de algo estaba convencido en aquel instante, era que nadie, al menos en el Barrio Chino de La Habana, iba a tomarse el trabajo de dejar aquellas trazas como un simple juego de espejos para despistar a la policía.(...) En realidad, su mayor problema era que todo le parecía extraordinario en la vida de aquellos chinos que vivían en el mismo centro de la ciudad desde hacía más de un siglo y seguían siendo gentes lejanas y distintas, de quienes se conocían con toda certeza apenas dos o tres tópicos inútiles en aquel momento: arroz frito, pomadita china para el dolor de cabeza, el baile del león y la existencia de aquellas películas sin subtítulos, como la que una vez, muchos años atrás, vio el Conde en El Aguila de Oro, rodeado por los aplausos, carcajadas y lágrimas de los espectadores chinos, gozadores pletóricos de un espectáculo para él incomprensible”.   
 
El consumidor de novelas policiales es un lector con estilete, que disecciona desconfiado cada una de las trampas que ha querido construir pacientemente el autor. La suspensión de la incredulidad, como ha escritor Samuel Taylor Coleridge, implica una tarea difícil, un problema activo. En ese contexto,  Padura mantiene el control de la trama con cada nuevo detalle que expone, pero redobla la apuesta con personajes como Patricia y Juan Chion. Y más aún, con el clima extraño – de una nostalgia perturbadora– de La Habana.
 
En La cola de la serpiente, séptima novela protagonizada por el detective más conocido de la literatura cubana, por el que Leonardo Padura ha ganado en varias ocasiones premios como el Café Gijón y el Hammet, y le ha dado traducciones a numerosos idiomas, el autor no defrauda a los seguidores de Conde de aquí y de allá, y sin morderse la cola. 
 
 
 
                                                                                         Vera
 
 
 
 
Review La cola de la serpiente, Leonardo Padura (El Nuevo Herald)
 

Saturday, July 21, 2012

El centenario de un escritor polémico




Con un sucinto pero eficaz título, el obituario de The New York Times manifestaba lo que el escritor argentino significó para millones de lectores en América Latina: “Ernesto Sabato, Argentina’s Conscience, Is Dead at 99”. También con esa afirmación, el periódico norteamericano no hacía otra cosa que poner en relieve el incómodo lugar que para muchos intelectuales representó políticamente la conciencia del autor de Sobre Héroes y Tumbas a lo largo de su extensa vida. Alguna vez secretario de la juventud del Partido Comunista, luego antiperonista, simpatizante de la dictadura de Rafaél Videla, y finalmente ya en la vuelta de la democracia en 1983, elegido por el gobernante Raúl Alfonsín presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep).

Para un hombre que acostumbró coleccionar semejantes paradojas, no es muy extraño entonces que a pocas semanas de su muerte, este mes se celebre el centenario de su nacimiento. Ernesto Sábato nació en la pequeña ciudad de Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911. Sus padres eran inmigrantes italianos, de ascendencia albanesa. Hasta su vejez conservó una cara de rústica seriedad en que la tristeza a veces pareció otra marca, la silueta muy flaca y unos grandes y sombríos anteojos. 

Fue el penúltimo de once hijos. Nació cuatro días después de morir el hermano que lo precedía y se llamaba como él. Ese hecho marcó su vida para siempre. “Mi madre se  aferró a mí y yo a ella de manera patológica”, alguna vez confesó. El nacimiento del último de los Sábato, Arturo, deparó otro  trágico suceso: lleno de celos, Ernesto intentó matarlo. De esta manera hubo que separarlo de la casa y llevarlo a vivir a otro lugar.  El desprendimiento de su madre originó más dolor. Solo tiempo después, cuando Arturo se salva del tifus, el doctor de la familia encuentra un modo de sanar aquellas heridas del espíritu: Ernesto debe cuidarlo. Así se convirtió en su protector y, con los años, llegó a ser el hermano preferido del autor. 

A diferencia de Borges, Julio Cortázar, Manuel Mujica Láinez o Leopoldo Marechal, escritores inevitables en las letras del Río de la Plata, Ernesto Sábato no tuvo lo que comúnmente se llama  “una formación literaria”. No estudió la carrera de Letras (eligió Física), tampoco a través del periodismo gráfico ganó algo de oficio, y menos fue un traductor o conferenciante profesional. Nunca hubo un plan establecido: su acercamiento se asemejó a un zig zag y como tal lo demoró en publicar su primer libro, Uno y el Universo.

A pesar de esto, en el colegio Nacional de La Plata donde hizo el secundario, el encuentro con un profesor al que todos creían en un primer momento mexicano, constituyó un episodio imborrable en la vida de Sábato. “A medida que pasan los años, ahora que la vida nos ha golpeado como es su norma, a medida que más advertimos nuestras propias debilidades e ignorancias, más se levanta el recuerdo de Pedro Henríquez Ureña, más admiramos y añoramos aquel espíritu supremo”, escribió en Apologías y Rechazos. “Enseñaba el lenguaje con el lenguaje mismo, tal como Hegel afirmaba que se debe enseñar a nadar nadando. Recuerdo cómo nos hacía leer los buenos autores, y cómo paralelamente hacíamos el trabajo de composición”.  

Así descubrió a Dostoiesky, Tolstoy, Chéjov, Ibsen, Hamsun. A esas lecturas adolescentes, según cuenta María Angélica Correa en Genio y Figura de Ernesto Sábato, le siguieron otras que el autor hizo en su madurez: Stendhal, Proust, Kafka, Melville, Hemingway, Faulkner, Twain, Chesterton, Huxley, Rilke y Thomas Mann.

Para cuando ingresa en 1929 a la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas, Sábato ya milita en organizaciones estudiantiles anarquistas. A los dos años, se afilia al Partido Comunista y es nombrado al poco tiempo su secretario. Con ese cargo viajó a Bruselas a un congreso contra el fascismo y la guerra. Una vez en Europa, se pelea con sus compañeros...En la década del ´40 es anti peronista, luego ocupa un cargo en el gobierno seudo radical de Arturo Frondizi. Esta evidente esquizofrenia política es algo que Ernesto Sábato nunca cargó con culpa: sólo intentó darle alguna justificación de circunstancia que pudiese encantar a interolutores dóciles.

Sin embargo, hay un punto que hace herida para muchos con buena memoria en la Argentina, y es el almuerzo que Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges compartieron con el dictador Jorge Rafael Videla el miércoles 19 de mayo de 1976. En ese momento, Sábato comentó:"El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente".

A los dos años de esa declaración, cuando la prensa internacional difundía las atrocidades que ocurrían en la Argentina, Sábato declaró a revista alemana Geo: "La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos [se refiere al de María Isabel Martínez de Perón, gobierno elegido por votación]. Desgraciadamente, ocurrió que el desorden general, el crimen y el desastre económico eran tan grandes que los nuevos mandatarios no alcanzaban ya a superarlos con los medios de un Estado de derecho ya que los extremistas de izquierda habían llevado a cabo los más infames secuestros y los crímenes monstruosos más repugnantes. Sin duda alguna, en los últimos meses, muchas cosas han mejorado en nuestro país: las bandas terroristas han sido puestas en gran parte bajo control". Poco antes que terminara la dictadura militar,  Gabriel García Márquez señaló que Sábato había justificado el golpe de Videla, a lo que el escritor argentino publicó su descargo en el diario colombiano El Espectador.

Paralelamente a esta escurridiza ideología, Sábato construyó una obra literaria a la que nunca le faltó coherencia. El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974) –sus tres libros de ficción –tienen la huella de la literatura rusa de siglo XIX y del existencialismo acuñado por Jean-Paul Sartre y Albert Camus. A este último, el argentino le debe la publicación de El túnel por la editorial Gallimard. En una misiva fechada el 13 de Junio de 1949, el autor francés, que a los pocos años ganaría Premio Nobel de Literatura, le escribe: “Roger Caillois me la hizo leer y me ha gustado mucho la sequedad y la intensidad”. Su bibliografía también incluye ensayos y textos autobiográficos, entre los que se descatan Uno y el universo (1945), Hombres y engranajes (1951), El escritor y sus fantasmas (1963),  Apologías y rechazos (1979),  Antes del fin (1998) y La Resistencia (2000).

Todas sus obras encontraron particularmente eco en los jóvenes y le dieron popularidad. La suya fue una literatura que tomó ideas elaboradas ya con éxito en el pasado y las explayó nuevamente  ante circunstancias impredecibles. En 1984 obtuvo el Premio Cervantes. La muerte de Borges despejó el camino para que Sábato imponga, con la ayuda de los medios de comunicación en un país necesitado de buenas conciencias luego de tenebrosos años de dictadura militar, la imagen de un anciano sabio que  a preguntas agobiantes respondió con desgarrada sensibilidad.

En un momento del documental Ernesto Sábato, mi padre, que realizó su hijo Mario, el autor comenta ante cámara: “Cuando me muera quiero que me velen acá (se refiere a Santos Lugares, zona que vivió desde 1945) para que la gente del barrio pueda acompañarme en este viaje final.Y quiero que me recuerden como un vecino, a veces cascarrabias, pero en el fondo un buen tipo. Es a todo lo que aspiro".


                                                                                                                               
                                                                                                      Vera


                                                                                                             


Centenario Ernesto Sábato (El Nuevo Herald)